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Y tú ¿qué facturas?

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 225.-


Últimamente ha surgido algo parecido a un movimiento, relacionado con la importancia de hacerse productivo que se pone de manifiesto con una frase: “PERO FACTURA”. Resalta la capacidad de alguien de generar ingresos como resultado de su habilidad de lograr que alguien pague por el producto que promueve. Básicamente se ha oído mucho en el mundo del periodismo del entretenimiento. Se utiliza bastante como respuesta cuando se critica, o califica, la capacidad de alguien para generar seguidores y admiradores. Si no fuera por el aprendizaje que ha venido desarrollando la población en el manejo de expresiones (resultante de las habilidades para hacerlo, que exhiben buena parte de los lideres), se podría simplificar y emplear una expresión mucho más directa y antigua, que generaciones anteriores utilizaban cuando alguien preguntaba sobre los medios de vida de otro, y se quería dar una respuesta concreta y cortante: ¡PRODUCE! La nueva expresión, un poco más refinada en lo cortante y descalificadora de quien no lo hace, pero disfrazada de sutil, se empezó a poner de moda hace aproximadamente un año, a raíz de un famoso divorcio en la farándula por la utilización que hizo uno de los protagonistas de la situación, para reforzar el desarrollo de su carrera y su volumen de ventas. Se ha tratado de especializar y utilizar orientándola como un simbolismo, al empoderamiento y capacidad de las mujeres, probablemente en un intento de promover su capacidad de ser tanto, o más productivas que los hombres. Algo que, a propósito, buena parte de la población nunca hemos puesto en duda. (Veamos donde están las niñas jugadoras de los equipos de futbol femenino sumando disciplina a sus talentos naturales, después de ser tratadas diferencialmente no solo por las federaciones sino también por los fans)

A pesar de su aceptación y promoción, no sé si la expresión “pero factura” es totalmente afortunada. La riqueza de nuestra lengua es notable y el uso del léxico permite encontrar palabras o expresiones para transmitir, reforzando o desincentivando simplemente acciones o actitudes y valores. 

En el caso que nos ocupa puede parecer interesante darle a la expresión la orientación que, generar ingresos es un valor para admirar y reconocer.

Sin embargo, reflexionando un poco, hay una segunda apreciación que puede surgir.

Es interesante ver casos de facturación ampliamente conocidos hoy en día, independientemente de existir o no, registro fiscal o simplemente documental privado. Hoy facturan: patriotas representantes de la fuerza pública, protectores de la población y la ley, por “ayudar” a los ciudadanos a cruzar la frontera por las trochas. Hoy facturan grupos organizados que “protegen” a los comerciantes, transportadores y empresas, aunque estos no lo deseen. Hoy también hay grupos que facturan por suministrar “hospedaje” gratis a ciudadanos, aunque ellos no lo deseen. Otros emprendedores, facturan por vender a terceros en el país o al exterior, hidrocarburos obtenidos mediante “donación” obligada de empresas estatales. Hoy hay padres que facturan por divulgar ampliamente en las redes, la utilización de los hijos como “herramientas” para obtener beneficios. También hay exfuncionarios públicos como es el caso de un expresidente, que facturan a sus seguidores por ofrecerles la posibilidad de participar en su defensa legal por imputaciones penales.

Magistrados que facturan por otorgar beneficios procesales, promotores que facturan por “distribuir” dinero entre electores, funcionarios que facturan por “retocar” sus hojas de vida para ocupar una posición, padres de la patria que facturan por “ayudar” a agilizar la asignación de contratos, ministros y magistrados que hoy facturan por ocupar una posición para la que no están preparados.

Los anteriores son solo unos ejemplos de la “facturación” que hoy está presente en nuestro diario convivir.

El facturar formal, libre divulgable y honesto se entiende que siempre está asociado al suministro de un bien o servicio, considerado útil por quien paga por él. Lo que no podemos aceptar como normal es “la facturación” entendida como cobijo para cualquier accionar, enviando el mensaje, que puede tener la presentación tendenciosa, de inducir a la sociedad a aceptar los cobros extorsivos como valor. 

No pretendemos disminuir o eliminar el papel del dinero como elemento facilitador del intercambio. Sin embargo, no puede perderse de vista que lo que realmente se intercambia, son bienes o servicios que se hacen disponibles producto de un esfuerzo y resultan atractivos para alguien. Su nivel de atracción y disponibilidad es lo que realmente fija su precio, su representación en dinero.

Se puede caer en lo que efectivamente, aplicando los nombres más representativos para la mayoría de la sociedad a pesar de la reticencia de algunos “lideres” a llamar las cosas por su nombre, es la promoción del delito, extorsión, secuestro, robo, trafico, manipulación, estafa, abuso infantil, etc, como servicios normales a intercambiar e imponer a víctimas que en ningún momento los desean. Es caer en la exaltación de cualquier mecanismo con tal que conduzca a la obtención de dinero. A “facturar” aunque sea a costa de cometer delitos o actos reñidos con la ética, e imponerlos o someter a otros y, por ende, poner en peligro a la sociedad y su futuro. 

Es casi que uso y costumbre en los medios de comunicación tradicionales y probablemente aún más en las redes, ver personajes que promueven especialmente entre los niños, productos comprobadamente nocivos para la salud con la única excusa que la actuación en publicidad es un trabajo legal, con la excusa, disfrazada de erudición, que le escuchaba a una “influencer”: “la ética y moral” son subjetivas. Ya se da por sentado que la competencia entre publicistas y personajes es por cuantos “likes” o puntos de “rating” se pueden hacer acreedores, no por la calidad o conveniencia de los productos que promocionan.

El implacable torbellino inflacionario ya nos alcanzó, está aquí. La capacidad del dinero como elemento de cambio ha llegado a niveles tan bajos, que fácilmente los valores como la honestidad, se han convertido en muchos casos en la caja de ahorros a la cual acudir cuando se decide que se pueden vender al mejor postor, ante la creciente escasez.

La pregunta es, ¿son estos tipos de facturación los que queremos reforzar, como ejemplo de valor representativo de nuestra sociedad?

¿Es este el tipo de servicios que Ud. desea que sus hijos suministren y facturen?

¿Deseamos un tipo de sociedad envilecida por la conveniencia de obtener dinero, no importa cómo?

¿Deseamos una sociedad que honre y retribuya adecuadamente el esfuerzo, trabajo honesto, creatividad, conocimiento y disciplina, dedicados a producir y ofrecer bienes y servicios que hagan crecer la comunidad en forma sostenible y próspera?   

De nuestras respuestas depende la formación de las nuevas generaciones y el mundo en que viviremos nuestra jubilación: sociedades fuertes, éticamente saludables, o una gran cueva para vivir espléndidamente (según la ética subjetiva) como la cueva de Ali Baba.



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional



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