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En que puedo ayudarle, me llamo solución

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ÁLVARO RAMIREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 180.-


Es indudable cómo en los dos últimos años y producto de la pandemia, hay una serie de aspectos asociados a las relaciones entre los miembros de la sociedad como actores del sistema económico y social, que se han visto afectados. La velocidad de las actividades económicas y la percepción y afincamiento en la productividad como factor clave en el desarrollo de las sociedades por su relación con la economía, que se venía cultivando permanentemente, experimentó la necesidad de una aceleración súbita ante el imperativo de tratar de cubrir demandas insatisfechas, de suplir necesidades urgentes, de enfrentar obstáculos imprevistos y hasta de sobrevivir a raíz de la diseminación del virus, producto en parte, del mismo avance por la transformación del mundo en una aldea.

Desde comienzos de siglo pasado y con Frederick Taylor como padre de la “administración científica del trabajo” se ha venido trabajando sin parar en la mejora permanente de los métodos de trabajo tanto en las operaciones de campo de las industrias, como en los procedimientos administrativos. El análisis de los métodos de trabajo manuales y la mejora en los movimientos y disminución del desperdicio de esfuerzo como mecanismo de mejora, había nacido. Luego la canalización de esfuerzos conjuntos para lograr objetivos mayores a nivel de grupos de trabajo y organizaciones empresariales hizo su parte en esa mejora continua en el campo administrativo, que canalizaba el esfuerzo que se aplicaba solo en las plantas industriales que empezaron a desarrollar la especialización en tareas específicas. La introducción de la tecnología para el manejo de la información en forma de sistemas, y luego en la producción de herramientas de control como instrumentación y en la fabricación de equipos automatizados, empezó a tener un efecto multiplicador en el incremento de la productividad de los seres humanos y su capacidad de generar riqueza para, en un círculo virtuoso, a su vez aumentar la demanda de bienes y servicios al contar con mejores frutos producto del esfuerzo coordinado. El desarrollo de herramientas potenció la capacidad creativa, la innovación, hasta llegar a la sustitución con la robótica, de los seres humanos aún en operaciones de alta complejidad. En algunas áreas la precisión y confiabilidad de operaciones repetitivas superó con creces la capacidad el ser humano. Ese nivel de desarrollo ya introducía algunas complejidades y problemas a resolver por el desbalance entre otras cosas de los adelantos técnicos y científicos y las posibilidades de su utilización en el campo de la vida normal. Ejemplos como los asociados a la inseminación artificial, el préstamo de vientres, los derechos de autor, el origen con fines entre otros impositivos, de los bienes y servicios asociados a la creatividad, etc, imponían retos en el campo de la legislación para los que no se estaba preparado. Por otro lado, la especialización empezaba también a generar tanto oportunidades como amenazas, ante la amplitud de información y aplicación de habilidades producto de la investigación y desarrollo en las diferentes ramas del conocimiento. Multiplicación de carreras profesionales, especializaciones, productos, servicios, equipos, procesos productivos, era algo que en el campo de la formación académica y científica se venía dando. En el pasado los médicos generales, los ingenieros, los biólogos, los abogados, eran una especialidad. Hace ya unos años no es suficiente esa formación básica y fundamental a pesar de que todas ellas requieren estudio y actualización permanente. Se requiere la especialización y estudio de áreas muy específicas. Un profesional en ingeniería civil, por solo mencionar un ejemplo, no es suficiente para la construcción de vías, de edificios, de túneles, de puentes, etc. Un cirujano ya no puede serlo de cualquier parte del cuerpo. Un abogado tampoco. Pensemos y extrapolemos esa necesidad de especialización ahora, a los “productores de herramientas” sean estas, sistemas, equipos o formas de dar un servicio. Los sistemas y robótica asociada a la manufactura de vehículos son difícil de imaginar para el lego. Las herramientas quirúrgicas, los sistemas financieros los sistemas de comunicación, en fin, cualquier área, requiere un conocimiento especializado.

La pandemia de los últimos dos años se presentó con la necesidad, por supervivencia, de desarrollar a marchas forzadas y en forma acelerada, tanto en calidad como en diversidad, mejores herramientas tanto para la manufactura como para la prestación de servicios, con el fin de mantener la capacidad de funcionamiento del mundo. La humanidad enfrentó ese reto, con un ingrediente adicional, hacerlo logrando la dependencia cada vez menor del ser humano. Lo está logrando, sin embargo, el precio no es bajo. Es el precio de una transformación básica del manejo del conocimiento y de la interacción entre actores, a una velocidad de adaptación mayor que la que traía el mundo

En el pasado la sociedad se enfrentó a la necesidad de especializar a sus miembros para logran mayor productividad.  A nivel de la labor los obreros necesitaron especializarse para el trabajo en serie. Las diferentes áreas del conocimiento para prestar un mejor servicio a nivel profesional tuvieron la necesidad de profundizar el conocimiento y la investigación especializada. A nivel de interacción, los legisladores tuvieron que solucionar y aun enfrentan, la necesidad de apoyarse en el conocimiento científico para emitir regulaciones y la justicia también requiere lo mismo para solucionar diferencias y conflictos.

Hoy en día creo que la pandemia nos ha enfrentado a otros retos en el manejo de la situación, diferentes a los que veníamos solucionando y desde mi opinión más exigentes en general, como se desprende entre otras cosas, de las soluciones que se han venido aplicando. Se ha hecho patente la necesidad de un número creciente de especialistas en áreas de tecnología, asociada a sistemas, mecatrónica, robótica e inteligencia artificial. De hecho, estas palabras se habían empezado a usar hace unos años, pero hoy en día son de uso común, como especialidades profesionales a estudiar y acreditarse. Uno de los caminos para esa especialización es llegar a niveles bastante detallados para trabajar en el diseño y perfeccionamiento de herramientas. Imaginémonos por un momento los sistemas empleados por las aerolíneas para el diseño y manejo del sistema de tarifas. O en la banca el diseño y manejo de los sistemas de información y validación para préstamos asociados a diferentes necesidades específicas. Todo ello tiene que ser diseñado y desarrollado para que funcione con la menor intervención humana posible y con alto grado de confiabilidad y cobertura. Hasta allí es un reto la formación básica, captación y adiestramiento de especialistas. Se cuentan por decenas de miles los especialistas requeridos en nuestros países para el desarrollo, adaptación y mantenimiento de sistemas administrativos, financieros y contables. En el campo más mecánico, pensemos por un momento los sistemas que hoy utiliza un vehículo, que hasta te despierta e invita a tomar un café si capta que estas somnoliento. Sin embargo, creo que el reto mayor no es el desarrollo de las herramientas. Contrario al pasado en la especialización de los operadores que era relativamente poco exigente y mayormente orientada a la destreza, hoy y a raíz de lo sucedido con la pandemia, se ha puesto a prueba toda la sociedad. Uno de los grandes retos  creo yo, es en la operación de los sistemas y aplicaciones, como se llama para los legos, el “front end” de esos sistemas. Casi ningún ser humano activo en la economía se salva de la necesidad de saber operar diferentes aplicaciones. En su carrera por disminuir la dependencia de mano de obra en la prestación de servicios o el suministro de bienes, a través del uso de sistemas, las empresas han descargado buena parte de la transacción de compraventa en el usuario cliente. Piense Ud. en un viaje en avión hoy en día. Es muy probable que desde el momento que Ud. decide viajar hasta que se sienta en la silla del avión para el despegue Ud. no interactúe con ningún ser humano. Solo con aplicaciones. En días pasados visité un supermercado donde no había presente ni una sola persona en cajas facturando y recibiendo el pago. Cualquier solicitud, desde activación hasta balances, records, y cambios de sus instrumentos financieros los debe procesar Ud. Telefónicamente o desde su computador con un sistema al cual debe “plantearle su caso y suministrarle información”. La atención medica requiere que además de los datos para la fijación de la cita, una vez en el consultorio y antes de hablar con el especialista Ud. alimente un sistema de síntomas que hasta van hasta a arrojar indicios sobre su estabilidad emocional y probabilidades de tener intenciones peligrosas o suicidas.  El solo manejo del dinero exige a cualquiera tener un teléfono y que sea un experto en manejo de aplicaciones no solo asociadas a la marca y modelo de su teléfono sino de los sistemas para comprar, lograr asistencia, solicitar ayuda, divertirse, controlar lo que ven sus hijos, reservar y comprar boletos para espectáculos, declarar la renta, enviar regalos, encontrar pareja, o tomarse la frecuencia cardiaca, y analizar la sangre, entre otras cosas.

Tenemos entonces que el nuevo mundo requiere, especialistas por montón para el desarrollo de sistemas. Operadores que manejen los sistemas en las empresas para atender clientes y que se entrenen en diversos roles, con lo cual solo ven una porción del proceso que, aunque bueno es decirlo, cubre una gran mayoría estadísticamente comprobada de los casos requeridos por el cliente, dejan por fuera aquellos que por ser excepcionales o no haber sido exhaustivos en el análisis, han dejado por fuera los diseñadores al desarrollar los sistemas. También se requiere además del diseño, de aplicaciones amistosas. Que en forma masiva los clientes usuarios aprendan a utilizar una gran variedad de aplicaciones. Para esta última necesidad confiemos en las nuevas generaciones, que antes de cumplir 6 meses ya diferencian en la aplicación del tacto, la forma de oprimir o deslizar los dedos, para manipular la tableta o teléfono para encontrar la aplicación y video favorito.

Confiemos que también este reto lo vamos superando poco a poco y la gente no tiene otro remedio que volverse experto en diferentes aplicaciones, una para cada requerimiento que tenga a lo largo del día y que solo algunos con dificultad para adaptarse o aprender van a sufrir como parte de las estadísticas o que cuando tengan un caso que se salga de lo normal sufran la necesidad de repetir y presentarlo a muchas personas, cada una ignorante de la totalidad del proceso. Aunque difícil, seamos optimistas y pensemos que el mal servicio que estamos sufriendo ahora con los ajustes de poco personal, o nuevo, o sin adecuado entrenamiento, o con rol limitado, lo iremos superando y la recesión técnica no hará que el precio sea impagable.

A pesar del panorama anterior lo que parece aún más difícil se presenta a raíz del fundamento de muchos de los sistemas y soluciones nuevas, en estereotipos del comportamiento humano que no se adaptan a todas las regiones del mundo por igual. En otras palabras, a la difícil decisión, por sus implicaciones, de reconocer características de desigualdad del ser humano. Pero ese es tema para una siguiente parte del análisis sobre la aceleración súbita que sufre el mundo en su necesidad de adaptación.  



Álvaro Ramírez
Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.  


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