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Sin ética no hay liderazgo: El caso de Enrique Capriles

LAS ARMAS DEL CORONEL – GUSTAVO CORONEL – El Candil Pedregalero – Año II – N° 77 – Domingo, 06 de septiembre 2020.-

La oposición venezolana al régimen corrupto y cruel de Nicolás Maduro está atravesando uno de sus peores momentos debido a la decisión de un grupo de políticos venezolanos de concurrir a  la farsa electoral anunciada para Diciembre de este año. Entre este grupo se encuentran viejos practicantes de la política como Claudio Fermín, oportunistas como Henri Falcón y su pandillita, uno que otro líder joven como Stalin González (no se podrá cambiar el nombre?) y, ahora, un líder político más importante, Henrique Capriles, quien fuera candidato presidencial, en elecciones “ganadas” por Nicolás Maduro ante la inercia del derrotado.

Existe ya un grupo muy activo de actores de reparto y de comparsas en el drama político venezolano que pide concurrencia a elecciones, como un quid pro quo al “gesto’ de Nicolás Maduro de otorgar un “indulto” a gente que no puede llamarse de esa manera, ya que se trata de personas inocentes que él mantenía en prisión sin razón y sin juicios legales e imparciales.

Este movimiento, si se puede llamar así, representa un trágico ejercicio de anti-liderazgo por parte de venezolanos que no comprenden cuál es su verdadero papel frente a un régimen que ha cometido los mayores crímenes de la historia contra el pueblo venezolano. El verdadero papel debe ser la rebelión, de acuerdo a la Constitución vigente y, más importante aún, de acuerdo a principios y valores morales de rango universal. Quienes hoy se sientan a la mesa con Nicolás Maduro, sabiendo lo que su tutor Hugo Chávez y él han llevado a cabo contra el país y su gente, son colaboracionistas.

Al actuar así algunos de estos personajes han pensado, quizás de buena fe, que están llevando a cabo un acto de liderazgo. Tendrán razón en lo que se refiere al impacto que su actuación pueda tener en el país, ya que algunos los seguirán y los verán como líderes. Pero olvidan que el impacto de sus acciones puede ser muy negativo. Hitler, Stalin (el soviético, no González), fueron líderes en este sentido lato sensu. Sin embargo, la definición de verdadero liderazgo contiene un componente que aquellos grandes criminales de la historia no tuvieron: el componente moral, ético.

Todo verdadero liderazgo tiene un propósito moral.

Los objetivos del verdadero liderazgo deben estar alineados con los principios y valores que los seres humanos reconocen como universales. El liderazgo orientado a la obtención de poder no es genuino, como no lo es el liderazgo basado en el enriquecimiento individual, en el abuso de los derechos ajenos, o en la transacción con el crimen para lograr beneficios personales. Es probable que Mao y Gandhi comenzaran sus respectivas actuaciones compartiendo los mismos objetivos de  bienestar y libertad para sus pueblos, pero el ejercicio del liderazgo y sus valores personales los llevaron a muy diferentes resultados. Mao se convirtió en un férreo dictador y opresor de su pueblo, causando la muerte a millones de sus compatriotas. Gandhi llevó a su pueblo a la independencia y fue visto como un héroe, no como un tirano. Mao y Gandhi representan los polos opuestos del liderazgo, uno, el pseudo-liderazgo basado en el poder y, el otro, el verdadero liderazgo basado en los principios.  

El objetivo último del liderazgo verdadero es el empoderamiento de los ciudadanos para lograr su bienestar, su democracia y su libertad. No es la llegada del líder al poder o, mucho menos, su perpetuidad en el ejercicio de ese poder. Para empoderar a sus seguidores el verdadero líder debe tener el coraje moral para no conducir a sus seguidores por atajos, sino mantenerse en el camino de los principios y los valores, aunque este sea el camino más largo y esté plagado de dificultades.

El peor enemigo del verdadero liderazgo es la búsqueda de un resultado rápido a expensas de los principios y los valores que nunca deben ser abandonados. Para sentarse a hablar con el criminal régimen de Maduro y, peor aún, con la intermediación del dictatorial régimen de Turquía, se requiere abandonar los principios. Venezuela necesita salir de Maduro, sí, pero no solo salir de Maduro sino la extirpación el sistema que lo ha colocado en el poder, el sistema que nació pero que no murió con Hugo Chávez. Negociar con Maduro para lograr su salida sería permitir la supervivencia del sistema, porque será inevitable hacer concesiones a un régimen cruel, asesino, corrupto, inepto, narco y de lavado de dinero. Un régimen que ha destruido a Venezuela y cuyos miembros poseen miles de millones de dólares de dinero que era de los venezolanos en depósitos bancarios en el exterior.

Una negociación requiere hacer concesiones. Así lo piden quienes la promueven.  Por ello validar la farsa electoral de diciembre le permitiría a Maduro afianzarse en el poder. Hasta estratégicamente esto sería un error pero, moralmente, es inaceptable.      

El verdadero liderazgo no se basa solamente en buenas intenciones sino en una comprensión cabal de las consecuencias de la acción. Si lo que se hace da un beneficio inmediato pero representa un retroceso a largo plazo la acción no es moralmente aceptable. Negociar con dictaduras, con criminales, con ladrones y narcos, es aceptarlos como interlocutores válidos, en hacerle concesiones, es darle al país un ejemplo de inmoralidad destinado a destruir la formación de buenos ciudadanos. Quien hace entregas no es buen líder, no enseña, ni guía,  porque olvida el componente ético de su misión. La misión última de líder es formar ciudadanos que estén dispuestos a arriesgarlo todo para que no se instaure en el país un régimen como el de Chávez o de Maduro, no es simplemente aprender a negociar con ellos.

La justificación de la acción del líder reposa depende del efecto didáctico y formativo de la acción, no en su capacidad de gratificación inmediata, sobre todo si la acción  debilita las bases éticas y morales de la sociedad en la cual se lleva a cabo. Si con la acción vamos a enseñar al pueblo a negociar con el crimen en lugar de extirparlo, estaremos enviando una señal funesta a esa sociedad.

La acción del verdadero líder debe estar orientada a inspirar a los seguidores a mantenerse fieles a sus pri8ncipios.  y didáctica. El líder que verdaderamente transforma a sus seguidores es aquel quien les enseña que los principios y los valores son más importantes que el pragmatismo y el aprovechamiento de las rendijitas que puedan abrir los criminales, las cuales se abren precisamente para inducirnos a hacer concesiones indebidas.

Capriles ha equivocado su papel, eligiendo un camino transaccional cuando su verdadero camino debe ser transformativo. No se trata de negociar y hacer posible un producto mixto bueno-malolimpio-sucio, una mezcla que deje a la sociedad un poco mejor, pero que la acostumbre a coexistir  pacíficamente con el crimen.

Eso sería transarse. Liderar es tratar de transformar, de crear una sociedad en la cual el crimen no tenga acciones, no tenga representación, ya sea legal o consentida.

El verdadero líder construye un edificio moralmente luminoso, no un burdel feliz.

NOTA: Tomado del Blog “Las armas del Coronel” con autorización de su autor.

Virginia – EE.UU

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