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Saturno devorando a sus hijos.

LA CALLE 2 – SIMÓN PETIT ARÉVALO – EL CANDIL – AÑO IV – N° 159.

Hay un cuadro de Francisco de Goya cuyo título he tomado para este texto. Es una obra fechada entre 1819 y 1823, y que conozco desde niño, gracias a una enciclopedia de arte que había en la casa de mi infancia. Si no sabe cuál es, se lo describo brevemente: es un gigante envejecido, semidesnudo, pálido, muy delgado, con cabello cano, despeinado y de aspecto descuidado, decrépito. Con un rostro disociado y los ojos desorbitados, se muestra con la boca abierta, y entre sus fauces, engulle el cuerpo de un hombre que aprieta con sus manos el torso sangrante de la presa, de quien ya ha comido la cabeza y parte de los brazos. Los tonos son ocres, el paisaje distópico y la atmósfera creada, es característica de esa etapa de Las Pinturas Negras que Goya manchó en la paredes de su casa conocida desde ese entonces como La Quinta del Sordo. La obra representa al Titán Crono, -que en la mitología romana también es llamado Saturno- devorando con sin igual desespero a uno de sus hijos. Se dice que Crono acostumbraba a comerse los hijos que tuvo con Rea por temor a que estos pudieran destronarlo. Simboliza la obsesión por hacerse inmortal e infinito, eterno. Algunos críticos al hacer el análisis de la obra coinciden que el mismo es una recreación de un cuadro anteriormente pintado por Rubens, fechado en 1636, con el mismo título.

Hago la semblanza porque esto me permite hacer una analogía sobre el poder político y su entorno, las mieles y hieles, la ambición y el egoísmo con sus más aberrantes miserias, que siempre se ha hecho presente en la ostentación de lo que termina siendo una obsesión. Y en este caso, el “padre” es quien no quiere dar paso a sus hijos para que ejecuten y administren el “mando”; aunque el poder no es cuestión de sucesión, sino de política, como bien lo expresó, Pepe Mujica, expresidente y excongresista del Uruguay. Dijo Mujica, al renunciar a su condición de senador en su discurso de despedida: “En política no hay sucesión. En política hay causas. Y los hombres pasamos y las mujeres también. Todos pasamos. Algunas causas sobreviven y se tienen que transformar y lo único permanente es el cambio. La biología impone cambio; pero también tiene que haber una actitud de cambio de dar oportunidad a las nuevas generaciones. Construir, ayudar a construir el porvenir ya que la vida se nos va y es inevitable, pero las causas quedan. ”Y no se trata tampoco de esos liderazgos imprescindibles, porque bien sabemos cómo terminan estas perturbaciones del ser cuando la adicción al poder es la enfermedad y no el remedio. En todo caso, quien tiene poder quiere tener más y no lo quiere dejar. Esa es la gran verdad, porque eso es muy sabroso, para decirlo coloquialmente.

Históricamente quien gobierna quiere hacerlo para siempre (así lo niegue mil veces) y constantemente mostrará recelo con todo lo que tenga que ver a su posible relevo y sustitución.

Entonces sus pupilos, al ver que no le dan paso se rebelan y forman su grupo o partido muy aparte del “jefe”, para enfrentarlo y demostrarle en un pulseo de fuerza que también tienen músculo y con qué. Sin embargo, tal disputa puede llegar a términos irreconciliables. Incluso en algunos casos cuando surgen los oscuros laberintos de la política, esos que no tienen salida y en la más ortodoxa tradición se busca interpelar las ideas que generen esa turbulencia como coacción a la estabilidad política de quien gobierna, emerge por obra y gracia en el vocabulario militante la palabra favorita de la contienda: “Traidor”, y sin pensarlo mucho se aplican todos los mecanismos para neutralizar esa amenaza, cerrando puertas y oportunidades para expresar las nuevas propuestas, que en el fondo tampoco son novedosas porque en esencia es el mismo interés por tener el poder en sus manos.

El presidente del partido, el secretario general y las demás secretarías, los cuadros medios y hasta los dirigentes populares o líderes de calle, todos quieren mantenerse, avanzar, crecer y consolidarse, y eso está bien, si de verdad lo que se quiere hacer es política. Y se lo pongo en mayúscula: POLITICA. Pero cuando lo que más destaca entre esos referentes es la ambición, el egoísmo, el desmedido apetito de expansión y un descarado abuso de poder y ostentación de recursos mal habidos productos de dolo y corrupción, es lógico suponer que siempre habrá quien desee estar en esa misma condición o quien quiera combatirla y arrancar de raíz lo podrido.

En cualquiera de los casos es una amenaza para quien maneja el poder en ese momento. Con estas circunstancias, aguas abajo esa dirigencia recibe la instrucción de fórmulas que con calculada ingeniería van cercenado el paso y frustrando las aspiraciones de quienes van emergiendo como líderes naturales de una comunidad.

Una vez más se imponen las camarillas, la cúpula, la rosca. No importa lo que piense el pueblo porque el pueblo es un voto que camina, que no piensa, que no hay que dejar pensar y mucho menos opinar.

Al final, hay quien continúa luchando a contracorriente y hay quien abandona para dedicar su tiempo a otras ocupaciones más productivas en el plano personal.

Esa es la triste y dura verdad. Y al igual que en ese cuadro de Goya, quien va naciendo y creciendo se va muriendo en las manos y fauces de Saturno.

Aquel que logra vencer todas esas barreras y alcanza establecerse como un fenómeno político, se convierte a su vez en un buen y frondoso árbol donde muchos se van arrimar bajo su sombra para posteriormente ver cómo trepan entre sus ramas y no dejar que otro ocupe ese lugar que debe proteger como una fiera. La historia de nunca acabar.

PUNTO FIJO – PENÍNSULA DE PARAGUANA – ETADO FALCÓN – VENEZUELA.

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