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Responsabilidad por resultados

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 247.-


Hay competencias que en el mundo despiertan interés como representativas de aspectos importantes de los valores y creencias de los seres humanos. En el campo de los deportes es innegable la admiración que despiertan en la mayoría, los logros en términos de récords, marcas atléticas, volumen de asistentes a los eventos, practicantes y voluntad de seguirlos e imitarlos. En este campo se hace énfasis en los valores que acompañan a estos atletas, especialmente relacionados con la disciplina, dedicación, constancia y voluntad de aprender y superarse. Un ejemplo es la ruptura en cada olimpíada de récords mundiales que parecen insuperables. En el campo de la investigación y desarrollo de nuevos productos y servicios, como resultado de esa investigación, en forma de comodidad, capacidad de ejecutar mayor número de actividades, disminución del esfuerzo físico calidad de productos e innovaciones. Un ejemplo de esto es la mejora en los indicadores de analfabetismo, de pobreza y de expectativas de vida. Si nos movemos en el campo de la administración de negocios y práctica de las actividades gerenciales relacionados con el funcionamiento de empresas, es interesante ver la admiración de los emprendimientos exitosos. Un ejemplo es el monitoreo permanente por los logros económicos de las empresas, especialmente las más importantes, desde el punto de vista de volumen de negocios, presencia en los mercados y valoración de las empresas.

En las tres áreas mencionadas es importante la presencia de la admiración de la población por la mejora permanente de resultados. Al punto de convertirse en todas las actividades, no solo la deportiva, en una medida de comparación entre los actores, los seres humanos. Si se extrapola vemos que se trata de medir la mayoría de las actividades humanas por resultados tangibles. En cualquier entrevista se busca tratar de conocer o interpretar en los candidatos su orientación al logro de resultados.

Esa “orientación” a resultados normalmente se asocia, así no sea explicito, a “buenos resultados”, dependiendo el concepto de bueno, de la materia que se está tratando: Dinero, volumen de ventas, marca deportiva, mejor calidad, etc. Sin embargo, cuando aparecen resultados no deseados, no parece tan claro cuál es el término que debe asociarse a la palabra resultados para formarse una idea del rol del individuo. Ese término que aplica, según mi parecer, es RESPONSABILIDAD. Responsabilidad por resultados, creo que ilustra mejor el involucramiento del individuo y el merecimiento a una acción asociada a ese resultado. Se hace presente la generación de sentimientos como ¿Admiración? ¿Decepción? que a su vez producen esas otras acciones, ¿Premio? ¿Castigo?

Gran parte de la estructura de remuneración en las diferentes actividades está asociada a estos sentimientos y acciones para la formación del cuadro completo: RESPONSABILIDAD POR RESULTADOS y el correspondiente PREMIO O CASTIGO por parte de quien juzga y remunera esos resultados. Así se construyen las carreras en las diferentes disciplinas, deportivas, científicas o de negocios.

Esta apreciación que pareciera lógica y justa, teniendo en cuenta que sin resultados positivos no hay nada positivo para distribuir (Bienestar, Ingresos, Beneficios) no necesariamente parece que es generalmente bien aceptada, aunque si, tratada de manipular

Una expresión popular ilustra lo anterior: “El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”.

En estos días escuchaba las declaraciones de una figura del deporte que se destaca por su colección de éxitos, en una entrevista después de un partido cuyo sonoro resultado adverso casi que representaba el ser destronado. Manifestaba que había tenido un “juego desastroso”. En otras palabras, el contendor no había hecho méritos para ganar, no era el dueño del triunfo, su juego no lo había hecho merecedor. Había ganado porque El, hasta ahora merecedor de todos los triunfos, no lo había hecho bien esta vez. Un manejo interesante de la responsabilidad por los malos resultados, mediante una aceptación que implica una negación de los méritos del contrincante.

Miremos a nuestro alrededor. En nuestro ambiente laboral, en nuestras actividades cotidianes, en el campo político, en la economía. ¿Cuál es una colección de respuestas habituales ya casi automáticas? Ante los resultados positivos: Alancé las metas, inauguramos xx obras, aumenté la seguridad, aumenté el empleo. Ante el incumplimiento de metas u objetivos: Me chocaron. Me reprobaron en el examen. El tráfico no me dejo llegar a tiempo. No me dejan gobernar. El mercado no respondió. ¿Cuándo estamos dispuestos a aceptar nuestras responsabilidades? y los triunfos de nuestros competidores? ¿No estaremos siendo en muchos casos, esplendidos con el juicio de nuestros resultados, pero mezquinos con el reconocimiento del mérito de nuestros colegas o competidores?

La construcción de relaciones estables, en un tejido resistente ante factores externos que impacten a una comunidad, se basa en el compromiso con los resultados que incluye la responsabilidad por las acciones tomadas para tratar de lograrlos. La necesidad de proliferación de cláusulas de protección en los contratos, el uso de avales, de codeudores, el aumento de los tiempos de resolución de controversias, la congestión de los órganos de justicia, son todos indicadores de la necesidad de reforzar los niveles de servicio en un mundo donde la velocidad de respuesta es cada vez más exigente.

La falta de compromiso con los resultados como estilo de comportamiento, atenta contra el fortalecimiento de las relaciones de negocios, pero más allá de eso impacta las relaciones personales, incrementando la desconfianza entre semejantes y en las instituciones.

Como valor, el compromiso con la palabra empeñada es incalculable.

¿Como se puede construir una sociedad pujante, estable sin la confianza sobre el compromiso de sus miembros con esos resultados?

¿En qué ambiente se pueden formar las nuevas generaciones si no es en el de desconfianza al ver los resultados que se están viviendo?

La frase, “no hay donde esconderse” se está tornando cada vez más común ante los conflictos que nos rodean, los soberbios actos de abuso de poder, los delitos de supuestos ciudadanos modelo y la actitud pendenciera presente, inclusive en las relaciones de los mandatarios de países latinoamericanos, que no auguran buenos resultados si continuan como hoy.

Es urgente el iniciar una recuperación del valor de los compromisos, a partir de la formación desde párvulos. No es fácil, ni de resultados inmediatos, pero es el camino de formar generaciones que en su libertad de acción incorporen el respeto por el cumplimiento de compromisos, la responsabilidad por resultados y por los métodos para obtenerlos, como pilar fundamental para la gobernabilidad y sostenibilidad como sociedades factibles.



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.


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