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¿Quid est veritas?

CANTACLARO – MANUEL BARRETO – EL CANDIL – AÑO IV – N° 160.

“La inteligencia humana tiende a creer lo que ve, lo que cree que ve, y lo que le dicen. Pensar por cuenta propia es una rareza tardía en nuestra evolución cultural digitalizada donde el poder se ha asegurado (como ha hecho siempre) la obediencia controlando las creencias de sus súbditos.” José Luís Marina

Ahora es cuando empiezan a verse los frutos de esa cosecha de la hegemonía comunicacional  que con perversa destreza el régimen, y siguiendo el Manual Operativo de la ruindad, logró implementar mediante esos  sistemas de adoctrinamiento y manipulación de la mente de los ciudadanos.

Ahora, más que “el arreglo de la economía”, lo que podemos evidenciar es lo que los especialistas en comunicación denominan “la economía de la atención”, dado que la atención, al    introducirse en el cerebro del ciudadano, es el bien más escaso.

El régimen, ayudado por sus secuaces,  ha tomado las redes sociales como el espacio perfecto para desinformar,  difundiendo  y posicionando  sus mensajes, utilizando estrategias combinadas en las redes sociales con el objetivo de amplificar su contenido.

Junto con China, India, Irán, Pakistán, Rusia y Arabia Saudita, Venezuela es uno de los siete países del mundo con mayor número de “ciber-tropas” para desinformar con impacto  global, revela un estudio de la Universidad de Oxford.

Recordemos que en nuestro país, alrededor de 70% de la población confía en la “social media” para obtener información sobre la política nacional

La tecnología de la información, que en principio llegó para ubicarnos en la era de la libertad al “democratizar y masificar”  los canales de comunicación a todo el mundo, produjeron un efecto contrario: se implementó la ciencia de la persuasión digital. 

De acuerdo a José Luís Marina (La Democracia Crédula) en la demolición de la idea de verdad han colaborado muchas fuerzas: el pensamiento posmoderno, la sociología del conocimiento, las ideologías identitarias, el relativismo cultural, las técnicas de manipulación mental, la tiranía de lo políticamente correcto, y también, una desdichada característica humana: nuestro cerebro es perezoso y el pensamiento crítico es costoso.

Y es allí donde entramos a ese espacio de la mentira ahora conocido como postverdad que tal como lo apuntaba Alberto Barrera Tyszka, supone un ejercicio político, público y deliberado, del cinismo. No solo necesita repetir cien veces una mentira, también requiere dotarla de sentimentalismo, afectivizarla. Se trata de convertir la ignorancia en una virtud; de promover la idea de que la verdad es un acto sensible, de que la realidad solo es un flujo en las redes.

Es sabido que cuando aparece un nuevo cambio tecnológico se producen ciertos efectos en la sociedad. El célebre Marshall McLuhan quien en la década de los`60 propuso aquello de aldea global, organizó estos cambios en cuatro interrogantes: qué dejan obsoleto, qué extienden, qué revierten y qué recuperan.

Interrogantes que como ejercicio cívico deberíamos intentar responder en un país donde se habla de mejorías, recuperaciones y arreglos en medio de la mayor inflación no solo del continente, con incontrolables apagones no solo de energía eléctrica, sino de compromiso y ética ciudadana; un país petrolero que se ve obligado a importar gasolina; con sus hospitales desmantelados y desabastecidos; un país  del cual buena parte de su población arriesga sus vidas  en una emigración forzada por el abandono,  la incertidumbre como noción de futuro…

 Luego… ¿Cómo “arreglar “la verdad?

Hace 1989 años preguntaba, entre burla y nervios, Poncio Pilatos a Jesús: Quid est veritas? …

¿Realmente tenía Pilatos interés en saber la verdad? Tal vez tan sólo buscaba justificarse, lo que haría en el acto de lavarse las manos. Tal vez tenía temor por una respuesta proveniente de ese misterioso ser que tenía ante sí.

Y así suele pasar en la cotidianidad de nuestras vidas, cuando interiorizamos acerca de nuestra actuación en cada decisión que tomamos, pues definitivamente la verdad es sólo una y su conocimiento conlleva a la ineludible responsabilidad moral de cada una de nuestras acciones. Y de allí, pues, a nada que ver con aquello de que “cada quien tiene su verdad”, o la absurda fórmula de “la verdad es relativa”, que hasta en una estrofa de una popular canción se expresa  “Hay también medias verdades, que para ser verdaderas, les basta con ser mitades”.

Todos anhelamos conocer la verdad, y la única razón por la que una persona se puede aferrar al error, a lo falso, es por desconocimiento, por falta de información, por ignorancia o por falta de juicio y cordura.

VALENCIA – ESTADO CARABOBO – VENEZUELA

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1 comentario en «¿Quid est veritas?»

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