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Péinate

EL ARTE DE COMBINAR EL SI CON EL NO – RICARDO BULMEZ – El Candil Pedregalero – Año II – N° 99 .-

A la abuela.

Quien no conoció a su abuela no sabe lo que es tener un aliado de las travesuras infantiles. Hoy recuerdo con cariño a mi abuela Demetria, mujer de piel morena, su cara llena de arrugas y grietas como la tierra reseca que la vio nacer; aunque cargaba en sus espaldas muchas decenas de abriles, no era vieja, sino que tenía la belleza que dan los años y exprimió toda su vida como una naranja hasta el último gajito, alegre, sencilla, con un gran sentido del humor, llena de amor y con un corazón “de este tamaño”.

Era analfabeta y sabia porque la sabiduría no siempre anda de brazos con la intelectualidad. Tenía una gran fe en Dios y en la virgen y cultivó esa sana espiritualidad que se come, se digiere y se comparte sin estereotipos religiosos.

Ella no era rezandera, simplemente oraba lo suficiente para mantener vivo el espíritu y no hundirse ante los males de este mundo. La abuela significó mucho para toda la familia porque era como la gallina que cobija a todos sus polluelos bajo sus alas.

Recuerdo el día que murió, se fue consumiendo como la llama de una vela cuando la cera se acaba y lo triste no es que la vela se apague, sino que se apague y todavía le quede cera por consumir. Lo lamentable no es que uno muera, sino que se despida de este mundo dejando vida por disfrutar. Diez días después de la muerte de la abuela, y una vez que todo pasamos ese gran dolor que conlleva esa dura experiencia de perder un ser querido, me dispuse a regresar a la capital, pues había que volver al compromiso de la vida.

Algunos de mis familiares adoloridos por la pérdida, me recriminaron con cierta dureza que cómo era posible que me fuera cuando la abuela hacía tan poco que había muerto. Confieso que me sentí mal… mal por la pérdida de ese ser querido que para mí fue muy especial y también por las críticas que recibía.

No faltó quien dijera: “ése no la quería, no tiene sentimientos”. Esta expresión me hundió por dentro. Dios y la abuela sabían mejor que nadie cómo yo la había querido, qué fácil a veces pronunciamos palabras sin saber a quién herimos.

Ese ambiente lúgubre no me gustaba para nada. Ante la pérdida de los seres queridos actuamos como si con la muerte todo se acabara, y no es así. Sabía que mi abuela estaba descansando en paz, los que estábamos mal éramos sus familiares.

No me sentía bien quedándome pues tenía mucho que hacer, pero tampoco marchándome ya que hacía poco ella había muerto. Realmente estaba en un dilema, ¿qué hacer? Tuve que usar la fantasía para rezar y conversar con ella en el cielo. Estaba seguro por mi fe de que me escucharía; la pensé frente a mí, porque la imaginación nos la dio Dios para representar aquellas situaciones, personas y cosas que no podemos ver ni palpar. __

¡Guelita! le dije, ¡¿qué hago?!, ¿me quedo contigo o sigo mi camino? es decir, ¿muero contigo o sigo mi vida?

-¡sigue tu vida, hijo mío! Morí yo, no tú

– La oí en mi oración imaginativa. Esto me ayudó, me sentí con fuerzas. Comprendí claramente que nuestros difuntos no quieren nuestra muerte, más bien ellos desean que sigamos vivos, que continuemos nuestro camino. Ellos han muerto, nosotros todavía no. Esta experiencia de oración creativa fue tan viva que la imaginé hablándome como ella siempre lo hacía, como si no hubiera pasado nada, como si nunca hubiera muerto. Cuando le pregunté: “¡¿qué hago?!, ¿muero contigo o sigo mi vida?”, me contestó: “sigue tu vida, hijo mío, ¡pero, péinate!”.

Porque así me decía ella constantemente, pues yo ando siempre “espelucao” porque desde niño me acostumbré a peinarme sólo una vez al día y a ella no le gustaba verme así. Por eso me repetía con frecuencia: “¡muchacho péinate!”.

Por ironía, el aeropuerto de Coro está justo al lado del cementerio, en el primer sitio llega y parte gente, y en el otro nos despiden para siempre. Desde el avión que despegaba de la pista rumbo a Caracas observé las tumbas y no pude contener las lágrimas mientras me peinaba.

Por esa gran fe que ella me inculcó, hoy siento que mi abuela está dentro de mi corazón, pero de otra manera, de la forma que viven los muertos. Recuerdo cuando el abuelo murió, antes de llevarlo al cementerio la abuela nos dijo a todos: “no lloren, su abuelo no está muerto, él se va de viaje”.

Sé que mi abuela guía mis pasos desde el cielo, siempre estará presente en cualquier estrella brillante. Los muertos son para llorarlos al principio, luego para recordarlos y eternamente para rezarles, pero nunca para morir con ellos. – morí yo, no tú – me la imaginaba hablando. -Abuela… quiero decirte algo. – ¿qué? -ahora me peino dos veces al día: una en la mañana cuando me levanto y otra cuando tengo que ir a ver algún personaje famoso e importante, que no es todos los días, mejor dicho, casi nunca… sin “casi”, más bien nunca.

– ¡Dios te bendiga!  me dijo riéndose. Mientras exista una estrella vigilando en el cielo, todos nuestros seres queridos que han partido estarán brillando y acompañándonos en nuestro diario caminar.

¡Abuela, que esa luz brille siempre en ti!

Los Teques – Municipio Miranda – Venezuela

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1 comentario en «Péinate»

  1. Excelente descripcion de la verdadera abuela de nuestros tiempos…! Dios las tiene , siempre, en un lugar privilegiado alla en los cielos del terce nivel de existncia,,,!

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