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Mi tío el telegrafista

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 179.-

Esta semana y a raíz del cambio de gobierno en Colombia, escuchaba en uno de los programas que ahora abundan, una entrevista a un representante del nuevo grupo de gobierno, hablando de planes y propósitos para la implantación del “cambio” que convertirá a Colombia en una potencia de la vida, igualdad social, la paz y prosperidad. La economía debe cambiar e impulsar el desarrollo, la seguridad alimentaria, mientras se acelera el cambio energético que ayudará a la salvación del planeta. Factor muy importante en los planes de gobierno para alcanzar todo este panorama que se conceptualiza, es una agroindustria pujante en manos de los productores campesinos y un aumento significativo en la cantidad de empleos.    Nadie duda que el panorama si se logra, sería ideal para el país. Plena ocupación de la mano de obra indudablemente aumenta la capacidad de demanda de bienes y servicios, y una industria productora de alimentos que satisfaga las necesidades de alimentación de la sociedad serían envidiables.

Sin embargo, hay algún aspecto que me dejó pensando, oyendo la entrevista mencionada a uno de los planificadores designado por sus conocimientos experiencia y trayectoria como responsable de la ejecución de los planes.  Según su concepción se debe desincentivar la industria energética y de minería por ser intensivas en los requerimientos de capital, pero que no generan mucha necesidad de mano de obra. Otras áreas productivas como la agroindustria relativamente a la inversión necesaria, si requiere la ocupación significativa de mano de obra y genera muchos empleos de calidad. El concepto de empleo de calidad es interesante ya que implica que son empleos estables, duraderos y que cubren todas las necesidades y prestaciones legales establecidas en el país.

Vienen a mi mente algunos empleos estables que he conocido. En cada pueblo del país existían las oficinas de comunicaciones que empleaban telegrafistas. También existían los talleres de reparación de máquinas de escribir que empleaban a un grupo de técnicos sin los cuales no era posible tener funcionando esas herramientas de trabajo. Eran famosas las tiendas fotográficas donde además de vender las cámaras, expertos revelaban las películas utilizadas. Los mejores empleos y más seguros y estables eran los vinculados con empresas del estado. Eran trabajos por lo general creados con compensación sustentada por decretos y leyes. Los puertos, empresas de transporte, de comunicaciones, de salud, de educación, de servicios públicos, eran empleos estables donde el estado garantizaba esa estabilidad y un nivel de ingresos independiente de los resultados de la empresa y más asociados a la “categoría” o nivel asignado.

Una forma de ayudar a la consecución del pleno empleo podría ser que “el estado” decrete más cargos para su funcionamiento. Probablemente un congreso más grande, con más empleados asignados a cada parlamentario. Más ministerios cada uno con un representativo número de empleados, más organismos de control y seguimiento, en fin, más servidores públicos.

Recuerdo un presidente latinoamericano que en los años 70 decretó que todos los ascensores debían tener un ascensorista operador, aunque ya en ese momento no se necesitaban.

¿Dónde queda la productividad si decidimos como punto básico de partida que las empresas importantes son aquellas intensivas en empleos o mano de obra, como decía en la entrevista el planificador?  ¿Seriamos así un país más competitivo en el concierto mundial?

¿Será más productivo para el país además del empleo como servidor público, el regreso al agro artesanal?

¿Deberíamos eliminar los tractores, las máquinas de ordeñar y los fertilizantes y volver a deshierbar a mano? ¿Debemos pensar en esta vía, como la forma de tener pleno empleo y soberanía alimentaria?

¿Y los poseedores de gas? Nos olvidamos que lo tenemos y cerramos todos los yacimientos en unos meses para lograr los objetivos de la transición energética. ¿Dedicamos los “pocos” empleos de energía fósil a cultivar en forma artesanal y así garantizamos pleno empleo y soberanía alimentaria en 4 años?

Invariablemente cuando se plantea productividad, la respuesta de algunos líderes es que no podemos competir con los imperios porque ellos subsidian sus exportaciones de alimentos. ¿Quiere decir que nosotros deberíamos hacerlo también? Porque, o las subsidiamos o concluimos que debemos hacernos productivos y aunque no se tenga pleno empleo, subsidiar el desempleo. Y en medio de todo, promover la agroindustria, eso sí en manos de quien siembra para evitar los intermediarios que transportan, almacenan, exportan, aunque dejando bastantes legisladores con el sobrecosto para la productividad que ellos significan, para establecer las leyes y sus controles que finalmente nos liberen de la corrupción. ¿Sería importante ser competitivos para disputarle a México parte del mercado de aguacates?

Creo que estamos conceptualmente llegando al llegadero. Todo está bien si yo tengo una hectárea de terreno, tengo mi huerta y mi vaca y mi gallina y puedo trabajar esa hectárea y de allí tomar mi leche, comer mis vegetales comer los huevos, y pollo cuando los crie. ¿Ese es el mensaje para nuestros campesinos e indígenas para pagar la “deuda ancestral”, como dicen algunos? ¿Los demás debemos buscar alguna forma de darles a cada uno una hectárea, para que la cultiven y vivan de ella y mantengan sus lideres que los organizan y les obtienen tierras? Se puede inferir entonces que el concepto detrás de igualdad, justicia social, libertad, emprendimiento, paz y protección a la naturaleza está bajo la nueva concepción de país y papel del estado, estrechamente asociada a la redistribución y utilización de la tierra y su explotación bajo un esquema de minifundios artesanalmente trabajados.  

Si alguien en su casa, que no tiene una hectárea, instala paneles solares, obtiene electricidad y vende la electricidad sobrante y tiene un robot que trabaja manipulando materiales y bienes en un pequeño almacén de distribución de productos; O un familiar que maneja desde su casa una empresita de desarrollo de páginas web; O una empresa de profesionales consultores de empresas; O una empresa de domicilios; O una empresa de reparar prendas de vestir, o un laboratorio de procesamiento de muestras médicas, O… ¿Todos ellos no estarían contribuyendo al progreso y economía del país porque no están cultivando en forma artesanal en las tierras que les asigne el estado?

Me imagino que Japón o Suecia o Suiza nunca podrían alcanzar nuestro nivel de vida porque no tiene tierras para distribuir entre sus naturales, o están bajo hielo o son muy quebradas.

Si no hablamos de agroindustria sino de las empresas manufactureras o prestadoras de servicio, hasta qué punto es posible la sostenibilidad de una nómina, que no esté asociada a la productividad y competitividad de los bienes y servicios que suministra.  Si extrapolamos la situación empresarial a la situación del país y su balanza comercial, hasta qué punto un país puede sobrevivir con un sector empresarial que no esté en capacidad de exportar para traer divisas frescas que permitan no solo la supervivencia precaria, sino además la inversión en proyectos de incremento de la capacidad productiva y mejoramiento de la competitividad.

Volviendo al comienzo del presente análisis. Hasta qué punto una empresa, independiente de quien sea su propietario, puede sostener una nómina de técnicos en revelar rollos fotográficos masivamente cuando ya prácticamente no se comercializan. Hasta qué punto una empresa puede dedicarse a la producción de máquinas de escribir si no hay mercado que las compre. ¿Solo es necesario que el estado y sus legisladores se lo ordenen?

Hasta qué punto en términos generales, un país puede pensar en sobrevivir, sostenerse y lograr todos sus ambiciosos objetivos sociales sin tener en cuenta que el mundo actual se basa en lograr una mayor capacidad productiva con un esfuerzo decreciente apoyado en la mente del ser humano como motor de innovación.

¿Será que mi tío el telegrafista encuentra un empleo digno, en alguna empresa próspera en un país competitivo en el concierto actual de naciones?


Álvaro Ramírez
Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.   


  

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1 comentario en «Mi tío el telegrafista»

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