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Menos planificación e intervención estatal, más libertad individual

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ALEX PIPKIN – EL CANDIL – AÑO V – N° 245.-


Admito que leí y disfruté la “estructura de las revoluciones industriales” reportada en el libro del showman Klaus Schwab, La Cuarta Revolución Industrial. Lo uso en algunas clases.

Sin embargo, creo que las personas pasan por ciertas fases y/o se revelan.

Este señor, creador del Foro Económico Mundial, celebrado en Davos, a lo largo de sus ediciones, ha hecho transparente su rostro y sus ideas -espantosas-.

Parece ser más bien un intelectual interesado, regurgitando “buenas intenciones” en la dirección de salvar el mundo, en una transacción siniestra entre gobiernos y empresas, y en la que las empresas tienen obligaciones con la sociedad, mucho más allá de ofrecer productos y servicios que resuelvan mejor las necesidades de los consumidores y, por tanto, las satisfagan.

Por supuesto, aspira, junto con los burócratas estatales y los líderes corporativistas, a un Estado inflado e intervencionista, que en consecuencia quita las libertades y los derechos individuales a los ciudadanos.

Quizás por eso parece que la relevancia y el impacto del Foro Económico Mundial está creciendo como una coleta. Nada más que un espectáculo por y para famosos.

De hecho, es el escenario apropiado para peces gordos y artistas que siempre asisten a Davos.

Me pregunto de dónde están las ideas de libertad económica, productividad, innovaciones, interconectividad global, espíritu emprendedor, desburocratización… ¿finalmente?

Porque parece que la discusión de estos temas de la realidad empresarial habitual se ha convertido en algo secundario frente a los “temas trascendentales” que agradan a la agenda política de burócratas e intelectuales. No es de extrañar que la atención en la ciudad de la nieve se haya centrado durante mucho tiempo en los criterios ESG, la diversidad y la inclusión, y en las infinitas ideas de ensueño relacionadas con el cambio climático.

Al ver este “nuevo mundo”, creo que leí los libros equivocados, en los que la gran mayoría de los estudiosos y expertos en economía y negocios recomendaban, por decirlo sucintamente, que el Estado se quitara de en medio y obstaculizara lo menos posible a las personas y empresas, los verdaderos creadores de riqueza.

Dicho de otra manera, el intervencionismo gubernamental es una receta para la catástrofe económica y social. Así es, social.

Schwab, el intelectual, y sus compañeros de partido, tienen la arrogancia y la pretensión de convertirse en semidioses capaces de crear leyes y regulaciones para salvar a la humanidad desde lo alto de sus torres de marfil.

Este selecto grupo de “iluminados” realmente quiere planificar las acciones humanas, algo imposible, por medio de ideas e iniciativas autoritarias.

El tema mismo de la esencial “libertad de expresión” comenzó a discutirse en la misma línea de control adoptada, lamentablemente, por los “ilustrados e ilustrados” de la Corte Suprema aquí.

No hay que ir muy lejos para darse cuenta de lo nefasto que es el intervencionismo estatal.

La pandemia de coronavirus ha demostrado crudamente cómo las “buenas intenciones” de los burócratas estatales han devastado la economía, destruyendo una serie de cadenas de suministro, provocando el fracaso empresarial, el desempleo y el aumento del hambre y la pobreza.

Obviamente, no soportan las consecuencias de sus “buenas intenciones” y, casi siempre, el resultado de las intervenciones adoptadas es peor que las situaciones actuales de los problemas que estaban resolviendo.

Hayek y los austriacos defendían el orden espontáneo y la imposibilidad de una planificación centralizada “eficiente”, ya que el Estado no dispone de toda la información para asignar los recursos de forma más eficaz; El conocimiento está disperso y es complejo en sociedades formadas por millones de personas diferentes.

Schwab y su grupo de visionarios “iluminados” desdeñan los hechos, ya que los resultados del intervencionismo son siempre malos, y estos señores exponen la arrogancia y el autoritarismo, ya que quieren decidir coercitivamente sobre la vida de los demás.

En resumen, el Schwab intelectual forma parte del grupo de “más Estado, menos individuo”.

Insta al gobierno a que se quite del camino y deje de perturbar a las personas en los mercados, permitiendo que opere la persuasión, en lugar de la grotesca coerción estatal.

Concluyo con la frase definitiva de Hayek, con la que comparto: “Cuanto más ‘planea’ el Estado, más difícil se vuelve la planificación para el individuo”.


Alex Pipkin

Doctora en Administración de Empresas – Marketing por el PPGA/UFRGS. Maestría en Administración de Empresas – Marketing por la PPGA/UFRGS, Posgrado en Comercio Internacional por la FGV/RJ; en Marketing de la ESPM/SP; y en Gestión Empresarial por la PUC/RS. Licenciado en Comercio Exterior y Administración de Empresas por Unisinos/RS. Profesor a nivel de pregrado y posgrado en varias universidades. Fue Gerente de la Cadena de Suministro de Dana para América del Sur. Fue Director de Cadena de Suministro del Grupo Vipal. Consejero de Concex, Consejo de Comercio Exterior de FIERGS. Fue Vicepresidente de FEDERASUL/RS. Es socio de AP Consultores Asociados y se desempeña como consultor de negocios. Autor de libros y artículos en el área de gestión y negocios


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