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Dejar hacer, dejar pasar

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ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 181.-


En artículo anterior hablábamos de la tecnología y el manejo de la información y sistemas, como herramientas esenciales hoy en día para mantener la productividad y crecimiento de las sociedades y su economía. Veíamos la importancia e impacto de sistemas operando en procesos de producción y servicios, aumentado a raíz de la pandemia como disparador  

Sin embargo, que pasará con aquellos sistemas que se apoyan en premisas del comportamiento humano para buscar soluciones a problemas de comunidades y su funcionamiento. Todos los seres humanos quieren destacarse y sentirse diferentes y no un molde que se repite. Cada persona hoy en día necesita sentir que es considerado igual para los derechos, aunque diferente para los deberes, especialmente si son asociados a sus necesidades. Los sistemas se basan mayormente en estándares para solucionar y tratar problemas y necesidades.  Pensemos en los estudios necesarios para desarrollar vacunas o curar enfermedades. ¿Cuánta data real se necesita para que sea confiable la muestra? Cuántas personas aportan información confiable a la hora de hablar de comportamientos, protecciones, ¿enfermedades? Pensemos en las estadísticas de la salud y en la necesidad de declarar efectivamente síntomas o comportamientos para desarrollar tratamientos standard basados en historias médicas.  Pensemos en las declaraciones de impuestos a la hora de planificar utilizando los sistemas para presupuestos de operación e inversión de los países impactados por la evasión.  Pensemos en los sistemas de información de las empresas de seguros, la banca, y otros organismos crediticios a la hora de calcular los costos para las tasas de interés impactadas por el incumplimiento de pagos y la información falsa para adoptar compromisos.  Pensemos en los sistemas estadísticos para llevar el seguimiento de los casos judiciales, cuando el logro es atrasar los procesos para que venzan términos. Pensemos en los sistemas para licitar o seguir obras de infraestructura como puentes, túneles o vías con una vida esperada calculada y la información sobre cargas declaradas.  Pensemos en los sistemas de registro de consumo de servicios públicos. ¿Como planificar el desarrollo de vías y transporte publico si no es a partir de la proyección del uso registrado del mismo? Pensemos, en fin, en los sistemas que, al recibir información errada o distorsionada, no pueden brindar los resultados que necesitamos para convivir. ¿Lo asociamos a los sistemas de seguridad?  

La aceleración en el desarrollo de sistemas que estamos experimentando a raíz de factores fuera de control como la pandemia, para aumentar la eficiencia y confiabilidad prescindiendo de la dependencia de seres humanos para su operación en todos los sitios donde sea posible, nos ha llevado a que la mayoría de la población se ha tenido que familiarizar con diversas aplicaciones para interactuar con sistemas que le permitan obtener lo que desea. La humanidad en general se ha ido acostumbrando y lográndolo. A los seres humanos les va a ser prácticamente imposible vivir sin celular como herramienta vital. Probablemente la falsa ilusión de mejor utilización del tiempo que todo el mundo ambiciona para poder tenerlo libre para hacer lo que le gusta y disfrutar, lo está llevando a tomar para hacer más cosas, en menor cantidad de tiempo. Al final, tiene cada vez menos tiempo libre realmente. Sin embargo, a eso también se ha acostumbrado la sociedad. En aras de la mayor productividad global y la obtención de comodidades y supuesta calidad de vida, compra cada vez más, sistemas que lo llevan a comprometer más su tiempo. Esperemos cual será el desarrollo para las nuevas generaciones, si finalmente llegará hasta al disfrute de tiempo libre, vacaciones y hobbys virtualmente en sus periodos de sueño, como mecanismo para poder seguir ejecutando cada vez más actividades, mientras está despierto y en capacidad de atender sus equipos.

Creo que por ahora esta discusión se sigue aplazando ante el avance y crecimiento en los indicadores de capacidad de consumo. Esta también se ve aumentada “convenientemente” según los indicadores, por mucha captura de información no suministrada conscientemente para desarrollo de algoritmos asociados al mercadeo. Todos convivimos con ello.  

El problema que cada vez obtiene más relevancia para su discusión tiene que ver con el ser humano, sus libertades y condición de libre albedrio, ante la posibilidad de que la sociedad sufra daños “irreparables” por parte de algunos de sus miembros.

¿Tendremos que empezar a adoptar medidas en otras áreas, que nos garanticen que la sociedad aporte voluntariamente información correcta y confiable para evitar daños irreparables, a miembros inocentes que son la mayoría? ¿Podremos o tendremos la necesidad y obligación de aportar cada uno, información real, verdadera y hasta ahora privada o celosamente guardada, para obtener beneficios como sociedad, no exactamente económicos sino de otra índole? ¿Seguridad por ejemplo?

La discusión empieza a ser más de conceptos como libertad, moral, bien común, valores, justicia y supervivencia que de posibilidades o mecanismos que permitan el control. Hace 21 años, como ejemplo que vivimos todos los días, una manifestación inimaginable del terrorismo cambió totalmente el comportamiento de toda la sociedad. Inicialmente lo aceptó con incredulidad, pero finamente lo adoptó como parte de su diario vivir.  Probablemente el explotarle su faceta económica, (aumento de la capacidad de demanda) hizo que se lograra. ¿Cuánta gente hoy obtiene su sustento de las medidas de control que se tuvieron que implantar a raíz del 11 de septiembre? ¿Quién pudo volver a viajar y desplazarse por el mundo sin el temor de una amenaza terrorista?

Ya nos acostumbramos a que extraños hurguen en nuestras pertenencias personales para poder viajar ante la amenaza de perder la vida. Ya esto es historia. Sin embargo, estamos llegando a otra etapa más avanzada en la necesidad o conveniencia de controles o cambio de comportamiento general, ¿para evitar otras amenazas? La mayoría presenciamos las redadas en un país oriental para capturar a quienes no usaran la protección del tapaboca. Sus gobernantes querían proteger a la comunidad evitando la propagación peligrosa para la mayoría. En algunos países se convirtió en tema político y en otros se condenaba el maltrato a la población.

Recientemente escribíamos sobre los costos de los controles y lo que haríamos si pudiéramos, con base en el comportamiento de los seres humanos, ahorrarnos muchos de ellos. Hoy parece que está llegando el momento de hablar seriamente de los controles y su apoyo tecnológico desde el punto de vista de costos, pero también de otros resultados.  

Los mismos sistemas, robótica y manejo de la información, que estamos utilizando hoy para ser más eficientes, productivos y salvar la humanidad de impactos económicos graves también podrían ayudar ya, a desarrollar herramientas que protejan la seguridad de la sociedad y sus miembros.

¿Estaremos dispuestos a que cada vez más personas mueran en las calles y carreteras por imprudencias y faltas criminales como manejar bajo influencia?

¿Que cada vez mueran más niños por manejo inapropiado de armas? ¿Que haya cada vez más seres humanos que, aunque no culpables, anden con enfermedades mentales por las calles con la potencialidad de cometer actos irreparables? ¿Qué megalómanos sean capaces de atacar una central nuclear y acabar el mundo?         

En artículo anterior hablábamos de los controles y su costo. Hoy en día probablemente la tecnología podría venir en nuestra ayuda y abaratar los costos de controles. Podríamos imaginar algunos controles que harían posible un menor número de infracciones o quebrantamiento de la ley, y que, con la ayuda de la tecnología, se podrían implantar con menor impacto económico en la sociedad.

Hoy se promueve y los seguros lo consideran, los mecanismos electrónicos de protección y seguridad en los vehículos para disminuir los accidentes y daños y pérdidas de vidas asociadas. Los vehículos activan sus frenos, evitan el cambio de carril o corrigen el rumbo sin la intervención humana ante una colisión inminente. Si hablamos de ejemplos sencillos no sería descabellado tecnológicamente con el uso de la internet de las cosas y el manejo masivo de data, que cada semáforo registrara la velocidad a que pasa cada vehículo. También sería factible que cada carro registrara cada vez que se conduce por encima de la velocidad limite. (De hecho, los vehículos actualmente le indican al conductor cuando supera el límite de velocidad permitido en la zona en que se moviliza, lo único que faltaría, es que se transmita en tiempo real y se lo registre. Que los vehículos detecten el aliento y somnolencia asociada a drogas. (Ya está probado, aunque no implantado) Si hablamos de tópicos un poco más complejos, sería posible que, con el manejo automático de historias clínicas y síntomas, (las cámaras con identificación precisa ya existen) una persona con problemas de comportamiento sea impedida por sistemas de control, de ejercer algunas actividades o profesiones que pongan en peligro la vida de otros. Un piloto, por ejemplo. (Ya sucedió que alguno estrelló un avión cargado de pasajeros y en esta semana otro amenazó con estrellar uno contra una central) Una persona con problemas de comportamiento portando un arma automáticamente detectada, registrada y controlada podría ser impedido y activar alarmas y hasta se bloquee o destruya al acercarse a un perímetro protegido como una escuela o sitio de concentración masiva. Capitales manipulados en efectivo podrían ser detectados, como se puede detectar cualquier código en los productos, con RFID sin necesidad de exposición a la vista. El problema, como lo manifiestan muchos simpatizantes de su posesión, no son las armas, ni las drogas, ni el licor, ni el dinero. Todas podrían ser legales, (como el licor, por ejemplo) el problema es tener identificados a sus usuarios, para tecnológicamente ayudar a evitar los daños que pueden causar a los demás, con el mal uso.

La sociedad en su evolución ha pasado por etapas donde ejercían algunas prácticas que hoy a algunos les parecen aberrantes, o sin sentido al menos. En el pasado los pacientes de algunas enfermedades estaban obligados, para evitar el contagio, a llevar una campana para alertar a desprevenidos. En otros casos eran enviados y recluidos en sitios especiales. A los enfermos además del peso de su enfermedad se les sumaba el aislamiento como única solución.

Sin embargo, era un hecho cierto que, aunque involuntariamente en muchos casos, ponían en riesgo a los demás con su padecimiento. En otros casos no asociados a enfermedades el daño posible puede ser voluntario, aunque asociado a creencias, cultura y conocimiento. ¿La mutilación de niñas podría ser un ejemplo?

¿Estamos listos para transformarnos en una sociedad donde adoptemos como compromiso general, mejorar la información que, errada, voluntaria, tendenciosa, o involuntariamente, suministramos, considerando que los sistemas, vitales en muchos casos, requieren información confiable suplida por sus usuarios? ¿En otras palabras, a ser más transparentes en nuestro comportamiento?

¿Llegó la hora de enseñarle a nuestros descendientes que para progresar necesitamos aprender a suministrar información transparente que refleje el cumplimiento de nuestras responsabilidades y la responsabilidad por nuestras decisiones? ¿O por el contrario reafirmarnos en que la sociedad no está en peligro de daños irreparables voluntaria o involuntariamente por alguno de sus miembros? ¿Suena radical?

¿Llegó la hora de enseñar civismo de verdad, para poder confiar en los sistemas, la investigación y desarrollo como medio para hacer sostenible nuestra sociedad?  ¿O… seguimos dándole manejo político a la exposición de la sociedad a daños irreparables y los seguimos considerando como daños colaterales al progreso?  La discusión ya está servida a raíz de los acontecimientos recientes. Pareciera según mi modo de ver, que no se puede evadir más tiempo el análisis de libertades vs seguridad y preservación de la especie humana y llegar a conclusiones, y no adoptar la actitud de “dejar hacer, dejar pasar”. ¿Seguimos enseñándoles a nuestros párvulos a practicar como esconderse si viene una persona mala?  ¿comprenderán que las personas “buenas” no pueden defenderlos?

¿No hacer nada también puede convertirse en una decisión? ¿Será la mejor?



Álvaro Ramírez
Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.


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