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León, zorro, lobo y… “siervo”

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WALTER MOLINA GALDI – EL CANDIL – AÑO V – N° 226.-

El chavismo en su deriva madurista no es un “mal gobierno”, no. Es una tiranía que ha tejido una trama de control social que abarca desde la represión armada hasta la manipulación de la crisis humanitaria.

Con la represión, la tortura y el asesinato, busca sembrar el temor en la sociedad, forzando la sumisión.

Pero su arsenal no se detiene ahí. La Emergencia Humanitaria Compleja, diseñada meticulosamente desde el poder, ha sumido a la gran mayoría de la población en un abismo de hambre, miseria y falta de medicinas, buscando debilitar a la sociedad hasta sus cimientos.

En paralelo, el deslave humanitario ha causado que, según la Plataforma R4V, 7.300.225 de venezolanos (hasta marzo de 2023) hayan huido del país, creando una crisis de migrantes y de refugiados sin precedentes en la región.

Todo esto, por sí mismo, ya es lo suficientemente descriptivo sobre la razón por la cual, 24 años después de la lamentable llegada de Hugo Chávez al poder, y a pesar de que la inmensa mayoría del país desea un cambio profundo, el heredero, Nicolás Maduro, sigue gobernando.

Sin embargo, como una vez dijo Simone de Beauvoir, “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, y la Venezuela de hoy tiene, tristemente, ejemplos claros de lo que ello significa.

“Hará falta la fuerza del león y la astucia del zorro, pero esta vez no solo para vencer al lobo, sino también a los ‘siervos’ que le sirven a este”. En esta trama de opresión y sufrimiento, emerge un oscuro y lamentable fenómeno: el colaboracionismo, encarnado por pequeñas élites dispuestas a sacrificar principios y moral a cambio de ventajas efímeras. Y aunque haya quienes busquen edulcorar aquello, la inexorable realidad siempre impacta.

La dinámica actual en nuestro país, en efecto, amerita que aquellos que se oponen (léase bien: se oponen) al régimen interioricen la necesidad de desarrollar lo escrito por Nicolás Maquiavelo en “El Príncipe”, donde ilustra la política como un campo habitado por lobos, leones y zorros. Estos símbolos arquetípicos representan diversas estrategias y naturalezas en el juego político.

Sin embargo, nuestra realidad no se limita a estas tres figuras. También emergen los “siervos” (sí, como aquellos de la gleba), una casta dispuesta a arrodillarse ante el poder para obtener migajas, incluso si estas migajas están teñidas con el sufrimiento y la opresión de su propio pueblo.

Diversos grupos, incluyendo dirigentes políticos, empresarios y artistas, han optado por aliarse (o, mejor dicho, servir) al régimen. Han construido una pequeña élite que, como señaló Milovan Đilas, se asemeja a “La nueva clase” que se sustenta del sufrimiento de un pueblo golpeado, aunque ciertamente no derrotado.

Al ser fieles colaboradores del poder, pueden tener una limitada alcaldía o gobernación; celebrar un cumpleaños en un Tepuy; hacer negocios turbios con edificios, comercios y canchas de pádel; e incluso pasar de ser “neutrales” empresarios a presidir, ilegalmente, una institución humanitaria.

Lo que no pueden (o no deben) hacer es oponerse a la barbarie y el oprobio. La reciente designación ilegal de Ricardo Cusanno, hasta hace poco cabeza de Fedecámaras, como presidente de la Cruz Roja, es una demostración vívida del avance hacia el totalitarismo. Esto revela la anuencia de estas élites a cambio de unos pocos beneficios para ellos y sus grupos, en un pacto tenebroso entre criminales de lesa humanidad y siervos obedientes.

El control del Gobierno sobre partidos políticos, empresas, sindicatos, universidades, medios de comunicación, organizaciones humanitarias e incluso comercios a los que allanan para atacar directamente a un grupo específico (como el caso de 33 hombres detenidos y criminalizados por su orientación sexual) indica un paso más hacia la dominación total de la esfera pública y privada.

La toma de decisiones por parte del Tribunal Supremo de Justicia sobre instituciones como la Cruz Roja es un símbolo aterrador, pues si hay un país que necesita la labor de las organizaciones humanitarias, es Venezuela.

Y eso lo saben muy bien en Miraflores, por ello aprietan allí donde pueden seguir rompiendo con todo vestigio de libertad de asociación (como en Nicaragua), mientras pone en “jaque” a dirigentes políticos e incluso a la propia ONU.

¿Por qué? Pues son esas las instituciones que manejan el dinero humanitario para ayudar a los venezolanos y sabemos que esa jamás será la intención de quienes han causado la muerte de 80 niños desde 2017 al tener cancelado el programa de trasplantes.

¿Qué saben Ricardo Cusanno y Alberto Vollmer del trabajo de la Cruz Roja? Nada. Pero son empresarios aliados del poder y, como tal, figuran en los nuevos esquemas de reorganización.

Sus nombramientos (repito, ilegales), son además sumamente descriptivos, puesto que representan a los mismos que de forma constante y alterada piden todos los días que “se acaben las sanciones”, sugiriendo que la situación en Venezuela es producto de éstas y no de quienes manejaron más de un billón de dólares.

Claro está, los Derechos Humanos, los presos políticos y los 136.650 que cruzaron la Selva del Darién hasta julio, son ignorados vulgarmente. Son estos quienes, en nombre de “foros cívicos”, siempre tienen un micrófono para hablar, y ¿cómo no? Si la falacia de falsa equivalencia, que es su pan de cada día, solo tiene un beneficiario: el chavismo.

Son los mismos, también, que han apuntado sus cañones, como dicta la línea oficial, contra la Primaria de la oposición democrática que se llevará a cabo el próximo 22 de octubre. Y es que este proceso, que no es -ni debe ser- un fin sino parte de este, puede ser peligroso para la tiranía y, por ende, para aquellos que se sienten cómodos con ella.

Que “el poder de los sin poder” tome fuerza, se organice y marque un rumbo claro, es peligroso para el statu quo. Por eso también fue atacada la Primaria por cabezas militares, específicamente contra la posibilidad de elegir un candidato ilegalmente inhabilitado. Necesitan ser ellos quienes decidan con quién “enfrentarse”.

Buscan tener a un candidato “opositor” que atienda obedientemente los designios de aquellos investigados en La Haya. Venezuela enfrenta una encrucijada histórica. La trama de opresión tejida por la tiranía y la complicidad de una élite colaboracionista amenazan con sumir al país en la oscuridad permanente. Sin embargo, la historia demuestra que los pueblos, incluso los más golpeados, tienen la capacidad de resistir y renacer.  

El camino es difícil pues la inmensa mayoría del país (dentro y fuera) tiene que enfrentar a quienes asesinan, torturan y reprimen, pero también a quienes juegan a su favor, desde el presidente de Fedecámaras hasta el presidente de Brasil. Entonces sí, para ello, hará falta la fuerza del león y la astucia del zorro, pero esta vez no solo para vencer al lobo, sino también a los “siervos” que le sirven a este.


Walter Molina Galdi



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