Saltar al contenido
Artículos publicados » Las cosas y el amor – Ricardo Bulmez

Las cosas y el amor – Ricardo Bulmez

A los confundidos y atrapados en las redes materiales.

Las cosas materiales no bastan para ser feliz, mejor dicho, no solamente no bastan, sino que no hacen falta.

Los bienes materiales están hechos para tenerlos, usarlos, disfrutarlos y para compartirlos con quienes se tienen que compartir, pero no para ser feliz. Lo mismo decimos: con el dinero no se consigue la felicidad; es para comprar más cosas de las que se tienen, no para algo más

¿Qué obtenemos con dinero en las tiendas y supermercados? Con oro y plata no se consigue dicha, ni amor ni paz espiritual.

“El dinero no hace falta para ser feliz, pero ¡cómo ayuda!”, dicen algunos. No, el dinero en sí no ayuda para la felicidad, no ayuda ni desayuda. Más bien, si nos descuidamos, es un estorbo para conseguirla. Si el dinero fuera necesario para ser felices, todos los ricos lo serían, ¿y es así? Ahora bien, la pobreza material tampoco tiene que ver con la felicidad, si así fuera todos los pobres también serían felices, ¿es así?

Hay ricos felices y pobres también, y la desgracia los visita a los dos. Si ves un rico feliz no lo es “por el dinero” sino “con dinero”. El que quiera ser feliz que no tome en cuenta las riquezas materiales, porque no es la referencia verdadera. Con esto no quiero decir, en ningún momento, que no hay que luchar para conseguir dinero y adquirir las cosas necesarias para la vida.

Lo que quiero decir es: ni el dinero ni las cosas materiales son fuerza suficiente para llenar plenamente al ser humano. El que quiera dinero que trabaje, el que quiera más que trabaje más, el que quiera mucho que trabaje mucho. Y el que quiera ser feliz que simplemente lo sea. Las cosas materiales no contribuyen al crecimiento del amor, al revés, es el amor el que hace que las tengamos para usarlas, disfrutarlas y compartirlas.

Por ejemplo, un refrigerador lleno de alimentos no une al matrimonio y vacío tampoco; dos carros en la puerta, cuentas bancarias, llenarse de mucho lujo no une, no. Las cosas materiales no tienen nada que ver con el amor, en cambio el amor si hace que las disfrutemos. Conozco a muchas parejas que compran muebles lujosos y nunca se sientan en ellos para compartir. Casi nunca papá, mamá, hijos se reúnen en torno a ellos al mismo tiempo. ¡Qué poco se da la siguiente conversación en los muebles de la casa!

– ¿Hijo cómo te fue hoy en la escuela? pregunta el padre.

– Papi, hoy peleé con Nacho.

– Ya sabes que no debes pelear, entre amigos no se pelea.

– Y a ti mi amor, ¿cómo te fue en el trabajo? interviene la esposa.

– Hay algunos problemitas entre el personal… esto me tiene preocupado.

– Papi, un muchacho en la escuela me dio esto para leerlo.

– ¿Qué te dio?, enséñamelo…

Los colegios no están para educar sino para instruir, ninguno educa. La diferencia que existe entre algunos colegios es que unos instruyen más que otros y hay más disciplina, pero puede haber gente instruida y disciplinada y no educada. La instrucción tiene que ver con la mente, la disciplina con el cuerpo y con los buenos modales externos, y la educación con el corazón. La verdadera educación se da en los muebles del hogar, no en los pupitres de las escuelas.

Cuando hablo de muebles, más que de éstos, hago referencia a un sitio para reunirse. Algunos matrimonios en vez de comprar los muebles para usarlos y disfrutarlos los adquieren para las visitas, para que se los vean. Y otros son tan “tapaos” que no solamente no se sientan en ellos, sino que no permiten que se siente nadie; les colocan unas fundas de tela para que ni el polvo se acomode allí.

Existen madres que prefieren mantenerlos limpios en vez de que sus niños disfruten en ellos. Una vez vi a una mamá dar un grito escandaloso a su hijo porque éste se apoyó en la pared con las manos sucias de chocolate, y otra le dio al niño un fuerte golpe en la cabeza porque rompió un patito de cristal.

Algunas veces importa más la tela de los muebles que la cabeza de los niños, y el problema no es que se la rompan porque para ellos eso lo hacen ellos mismos jugando y si no les rompe la cabeza, en ocasiones lo hacen ellos mismos jugando y sí no sus compañeritos de la escuela.

Sí, para un niño una cabeza rota no es tan grave, eso les duele, pero no les hace daño. Lo grave es que les rompan el alma de jugar y cuando a un niño se le rompe la capacidad de jugar se le rompe media vida. Muchas madres deberían escoger: “Tengo muebles y adornos bonitos o niños pequeños llenos de disfrute”, o “tengo una casa o tengo un hogar”.

Cuando no hay una capacidad de disfrute las cosas se quedan para las visitas y son motivo de peleas y castigos. Conocí a un señor que cada vez que viajaba le traía a su hija de siete años una muñeca del lugar que visitaba. Si se iba a la china le tría una chinita, se viajaba a Japón una japonesita, si a España una españolita. Dos veces visitó Estados Unidos, en el primer viaje le trajo una americanita y en el segundo una latinita. Cuando llegaba a su casa se las enseñaba a su hija y le decía sin permitir que las tocara: “¡Mira mi amor lo que te traje!” y las colgaba en la pared para que no las rompiera. La niña sufría de ansiedad por no tener y disfrutar los regalos que le tría su papá.

La pared del cuarto estaba llena de muchas muñecas de distintos países. Este señor tenía muchas muñecas sanas y una hija rota. Un día, después de una charla de reflexión, se dio cuenta de cuanto estaba haciendo sufrir a su hija. Cuando llegó a su casa bajó todas las muñecas y se las dio, la niña saltaba de contenta. Ahora tiene una hija sana y muchas muñecas rotas, es más, creo que ya no queda ninguna en la pared ni en toda la casa.

También conozco parejas que compran un juego de comedor bien bonito y casi nunca se reúnen en torno a la mesa para compartir; comen solos en cuclillas en la cocina cada uno por su lado. Tienen el juego de comedor para las visitas y para exhibirlo, no para usarlo y disfrutarlo.

– ¿Por qué no usan el juego de comedor?

– Es que se raya.

– ¡Es para eso!

– No, es para las visitas.

Y resulta que nadie los visita porque no provoca visitar a esa gente. He conocido parejas que se compran una casa porque ya están cansados de odiarse en casa alquilada. Ahora quieren seguir odiándose en casa propia, es decir, ahora quieren odiarse “propiamente”.

En una ocasión una de mis tías me invitó a almorzar, me di cuenta de que en la vitrina del comedor tenía una vajilla con bordes de hilo de oro y unos cubiertos de plata preciosos y lujosos. Creí que íbamos a utilizarlos, pero nos sirvió en platos de melamina.

– ¡Tía, tía!, le dije ¿por qué no comemos en esos platos que tienes en la vitrina?

– ¡No, eso es para cuando venga gente! me contestó.

Es probable que mi tía muera sin haber usado nunca esos platos. Cuando no hay amor, las cosas no se disfrutan, sólo se tienen. Llénate de amor si quieres desfrutar las cosas materiales.

La felicidad es un estado de ánimo, no un estado de cuenta bancarias o financieros.

Disfruta y comparte las cosas que tienes.

NOTA: Tomado del libro “El arte de combinar el SI con el NO”, con autorización de su autor el Padre Ricardo Bulmez.

Coro-Estado Falcón-Venezuela

Domingo, 31 de mayo 2020

UNETE AL CLUB

¡Se parte de El Candil!

Recibe actualizaciones cada domingo

¡No hacemos spam! Lee nuestra [link]política de privacidad[/link] para obtener más información.

UNETE AL CLUB

¡Se parte de El Candil!

Recibe actualizaciones cada domingo

¡No hacemos spam! Lee nuestra [link]política de privacidad[/link] para obtener más información.

1 comentario en «Las cosas y el amor – Ricardo Bulmez»

Tus comentarios son valiosos para nosotros ya que nos permite entrar en comunicación con nuestros lectores

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde EL CANDIL

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo