Saltar al contenido
Artículos publicados » La octubrada

La octubrada

DE HISTORIA Y ALGO MAS – MIRELA QUERO DE TRINCA – EL CANDIL – AÑO III – N° 121.

Ante el largo cautiverio de una importante porción del estudiantado universitario que ya se prolongaba por más de seis meses, el 5 de octubre de ese mismo año 1928, varios estudiantes de la Escuela de Medicina firmaron una carta al presidente, general Juan Vicente Gómez, solicitando la libertad de sus compañeros y de don Rafael Arévalo González, relevante ciudadano también prisionero en el Castillo Libertador a raíz de las protestas de febrero ocasionadas por las detenciones de la Semana del Estudiante. Esta petición estudiantil y la respuesta del gobierno es lo que se conoce como “La Octubrada”. 

La respuesta no tardó en llegar y vino al día siguiente con orden de detención. Al atardecer de ese mismo día, a pie, a marcha forzada sin descanso, 91 estudiantes entre los que tenían orden de detención y los que se entregaron voluntariamente, salieron a destino desconocido, cada uno custodiado por dos soldados y policías de la “Sagrada” fuertemente armados. Seguidos por sus angustiados familiares en caravana de automóviles fueron dejando atrás las poblaciones cercanas: Chacao, Dos Caminos y al anochecer, empapados por la lluvia, llegaron a Petare donde durmieron en el cuartel de policía.

Al amanecer del día siguiente, tomaron la carretera del Este y se dirigieron hacia Guatire, a partir de donde, mediante cordón militar, se impidió la presencia familiar. De Guatire siguieron a Guarenas donde llegaron extenuados tras ocho horas de sol inclemente. Esa noche, a oscuras y bajo fría llovizna, la marcha prosiguió hacia el sitio de Las Colonias, donde tras 80 kms de caminata, se les puso a trabajar en la carretera.

En el primer grupo de 58 detenidos, “los 58 verracos”, como ellos mismos se autodenominaron, iba el estudiante de medicina, Simón Gómez Malaret, quien llegaría a ser un reconocido pediatra de Caracas; de quien, con mi amigo Rafael Casanova (+ QEPD) hicimos su biografía, publicada por la Academia Nacional de Medicina.

El 11 de octubre, la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) protestó el trato infamante dado a sus compañeros y decretó el uso obligatorio de la boina azul y la insignia universitaria que había sido prohibido desde los sucesos de la Semana del Estudiante.

La gran manifestación ciudadana del 12 de octubre terminó en violencia, cuando de un automóvil bajaron, revólver en mano, siete u ocho personas entre los que se encontraban el gobernador Rafael María Velasco, Eustoquio Gómez y León Jurado quienes dispararon a la multitud. De las primeras víctimas fueron un estudiante de apellido Lugo, portador de la bandera, un inspector de la red tranviaria de apellido Sanz, el estudiante Carlos Sarría Monserrat y el doctor Andrés Palacios Hernández, padre de Inocente Palacios.

Las persecuciones se intensificaron y el 29 de noviembre son enviados desde Caracas a Las Colonias de Araira 173 estudiantes detenidos. Un grupo de padres de familia también fueron encarcelados.

Las mujeres también dieron su batalla. Eran las madres, hermanas y novias de los estudiantes, amas de casa, obreras y empleadas que participaron activamente en las manifestaciones de protestas y en otras actividades como elaboración y difusión de propaganda, visitas a los presos, llevaban comida a las cárceles, organizaban colectas para ayudar a los presos y sus familias y servían de correos para mantener la comunicación.  Eran las “madrinas de guerra”, cada una de las cuales adoptó a un estudiante preso y se encargó de auxiliarlo.

Por estos motivos sufrieron vejaciones, fueron detenidas, paradas durante horas bajo el sol, aisladas en sus casas, amenazadas de encierro en el manicomio de Catia y hasta desterradas. Entre muchas de ellas, Isabelita Jiménez, Carmencita Gil, Josefina Juliac, Antonia Palacios, María Teresa Castillo, etc.

Desde ese momento, se incomunicó a los 200 y tantos que estaban en los trabajos forzados en Las Colonias y 16 de ellos, considerados los más peligroso: Pedro Juliac, Rafael Chirinos Lares, Ricardo Razetti, Antonio Sánchez Pacheco, Antonio Anzola Carrillo, Clemente Parpacén, Eduardo Celis Sauné, Enrique García Maldonado, Guillermo López Gallegos, José Antonio Marturet, Juan Gualberto Yánez, Luis Felipe Vegas, Germán Stelling, Luis Villalba Villalba, Nelson Himiob Alvarenga  e Inocente Palacios, fueron llevados a realizar trabajos forzados en Palenque, en el estado Guárico, donde los vistieron de presidiarios y los mezclaron con los presos comunes. Esto sucedió a pesar de la indignación y protestas de sus compañeros, quienes según relata uno de los estudiantes, Isaac J. Pardo, no se contuvieron en los insultos hacia Gómez y su familia.

Encadenados a grillos de 30 y 40 kilos, con apenas dos escasas comidas al día, generalmente trabajaban 12 horas diarias, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde, horario que podía variar hasta completar 6 kilómetros diarios de carretera.

Según cuenta uno del grupo catalogado como “los más peligrosos”, Nelson Himiob en su novela “Carretera”, los 187 estudiantes de Las Colonias, donde también se encontraban jovencitos estudiantes de bachillerato, fueron trasladados al Castillo Libertador en Puerto Cabello, donde establecen relaciones y reciben instrucción política de Alberto Ravell, de Carlos y Jesús Corao, Rafael Arévalo González, Juan Montes y de Pío Tamayo, quienes estaban presos desde febrero. Allí en las clases impartidas por Tamayo, Montes y Ravell, se enteran de la revolución rusa, de la lucha de clases, del comunismo y del profundo aislamiento de Venezuela establecido por Gómez.

Según recuerda el escritor Felipe Massiani, en la entrevista que le hiciera el también escritor y periodista Miguel Otero Silva, (publicada en el 2005, en el prólogo de la segunda reimpresión de su novela Fiebre, para Los Libros de El Nacional), la jornada de trabajo en Las Colonias de Araira comenzaba a las 6 de la mañana y se trabajaba en parejas; un palero y un piquero, siempre vigilados por los chácharos y los soldados, con muy pocos minutos de descanso.

Un día uno de los estudiantes, agotado, se rebeló, alzó el pico y dijo que no trabajaba más.  El chácharo amartilló el revólver para dispararle, pero otros estudiantes, también armados de picos, se interpusieron y los soldados tomaron partido a su favor no permitiendo la masacre. Según analiza Massiani, este conato de discrepancia entre la tropa profesional y los andinos de Gómez influyó para que fueran enviados al Castillo Libertador, donde apenas llegar, les colocaron grilletes de 60 kilos.  

De los detenidos en el Castillo Libertador, unos fueron liberados en noviembre de 1929, luego que sus padres firmaran una caución respondiendo por las actividades de sus hijos; y otros quedaron detenidos hasta la muerte de Gómez en diciembre de 1935. 

En abril de 1929, al finalizar su tercer período presidencial, el general Gómez rechazó la reelección y recomendó para la presidencia a Juan Bautista Pérez para el septenio 1929 – 1936, mientras conservaba para sí el cargo de Comandante General del Ejército, que ejercía desde Maracay. Es bajo este cargo, que el general Gómez, entonces comandante en jefe del Ejército Nacional, decidió la excarcelación de los estudiantes, tal como quedó registrada en la carta que el 19 de noviembre de 1929, envió desde Maracay a Juan Bautista Pérez, presidente de la República, en Caracas:

“Estimado amigo:

Sabe usted que en virtud de disturbios, motines y asonadas contra el orden y la paz de la República, el Gobierno se vio en la imprescindible necesidad de reducir a prisión a un considerable número de estudiantes, y también a ciudadanos de otras condiciones, unos de éstos, como promotores y directores de los expresados acontecimientos, y otros, aprehendidos con las armas en la mano en sangrientos combates.

Aseguradas y garantizadas ya la paz pública y la tranquilidad social, por el valor y la pericia del ejército que comando, he ordenado poner hoy en libertad a los estudiantes, víctimas del engaño de sus falaces consejeros y de la falta de correctivos eficaces en el seno de la familia, y he ordenado pasar todos los presos mencionados al Castillo Libertador, pues son éstos los verdaderos responsables del extravío de los estudiantes y de la sangre derramada últimamente en los campos de batalla. Estos son presos de guerra que deben purgar su delito contra la paz y el orden público del país, que yo he ofrecido garantizar en mi condición de Comandante en Jefe del Ejército Nacional. Quedan únicamente en la Cárcel Pública de esa capital los arrestados y los enjuiciados criminalmente; y como respecto a ellos no tengo injerencia alguna por razón de mis funciones, están a cargo y a la orden de usted, en su carácter de Presidente de la República.

Lo saluda su amigo, J.V. Gómez”. [Archivo de Rómulo Betancourt. Tomo I (1917-1929). Caracas. Fundación Rómulo Betancourt, 1988, p.83].

Varios de los jóvenes liberados salieron exiliados al exterior y salvo los que participaron en la fracasada invasión de Rafael Simón Urbina por las costas de Coro y los que se embarcaron en la aventura fallida de El Falke en 1929, la mayoría se quedó en diversos países donde culminaron sus estudios universitarios; y donde pudieron enterarse de las teorías políticas en boga, conocimientos que trajeron al regresar a Venezuela luego de la muerte del presidente, general Juan Vicente Gómez.

Lo que en un primer momento nació como asunto universitario, al poco tiempo se fue convirtiendo en una “cruzada” y la Federación de Estudiantes en un polo de atracción política, ductora de un movimiento aún informe, pero claro en cuanto a la necesidad de un cambio en el quehacer y las estructuras políticas.

“La Octubrada” fue la última acción de protesta estudiantil realizada en 1928 y la gesta de los universitarios de “La Generación del 28” ha sido comentada en diversas obras de la literatura venezolana. Véase entre otras muchas:

ARÉVALO CEDEÑO, Emilio. Viva Arévalo Cedeño. El libro de mis luchas. Caracas. Publicaciones Seleven, 1977.

ARRÁIZ, Antonio, Puros Hombres. Caracas. Cooperativa de Artes Gráficas, 1938.

HIMIOB ALVARENGA, Nelson. La Carretera. Caracas. Editorial Élite, 1937,

PALACIOS, Inocente. Una inocente historia. Caracas.

OTERO SILVA, Miguel. Fiebre. Caracas, Editorial Élite, 1939.

QUERO DE TRINCA, Mirela y Rafael Casanova. Simón Gómez Malaret. Caracas, Academia Nacional de Medicina, 2011.

Monterrey – Estado de Nuevo León – México

UNETE AL CLUB

¡Se parte de El Candil!

Recibe actualizaciones cada domingo

¡No hacemos spam! Lee nuestra [link]política de privacidad[/link] para obtener más información.

UNETE AL CLUB

¡Se parte de El Candil!

Recibe actualizaciones cada domingo

¡No hacemos spam! Lee nuestra [link]política de privacidad[/link] para obtener más información.

Tus comentarios son valiosos para nosotros ya que nos permite entrar en comunicación con nuestros lectores

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde EL CANDIL

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo