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La Luz de la Noche

Por Ricardo Bulmez

Disposición mental para la vida

Para los que quieren encontrar paz

Hace algunos años leí en la prensa nacional, que el gobierno decidió ponerles luz eléctrica a ciertas comunidades indígenas que jamás la habían tenido. Árboles milenarios caían unos sobre otros para dar paso al tendido eléctrico.

Los ingenieros, técnicos y obreros de la electricidad trabajaban afanosamente para cumplir su cometido. Los indígenas, pobladores autóctonos y perennes de esa región, nunca habían visto semejante despliegue de gente y de máquinas que rugían como truenos. 

El cacique, ignorando qué pretendían hacer los de la civilización, en representación de su comunidad, preguntó al jefe de la empresa por qué estaban tumbando los árboles y qué iban hace allí.

El ingeniero, que tenía cara de pocos amigos, no le hacía mucho caso porque el indígena no iba a entender explicaciones.

– ¿Qué es esto? _ preguntó el cacique. 

– Esto es una sierra eléctrica- contestó el ingeniero.

– ¿Y pa’ qué sirve? 

– Para cortar los árboles. 

– ¡¿Por qué los quieren cortar?! preguntó alarmado el humilde hombre.  El cacique no podía explicarse cómo destruían tan fácilmente los árboles y por qué lo hacían.

-¿Quién nos dará ahora frutos?,

¿Quién nos dará sombra?,

¿En dónde anidarán los pájaros para incubar sus crías si cortan los árboles?

Éste era el tipo de preguntas que el indígena hacía.  Después de un tiempo, trajeron al sitio una cantidad de aparatos propios de las labores de electricidad. 

– ¿Qué es esto? – preguntó de nuevo el indígena señalando una máquina más grande que el tamaño de sus propias chozas. 

– ¡Esto es un transformador! – le gritó el ingeniero con indiferencia para que lo dejara en paz, pues ya estaba cansado de las preguntas del indígena.

El jefe indio comunicó la respuesta a sus compañeros que por supuesto, tampoco entendieron. 

– ¿Y para qué es esto? – preguntó otra vez el aborigen, refiriéndose al inmenso transformador. 

– ¡Esto es para dar luz!, ¡esto es para que ustedes tengan luz! – contestó impaciente el experto en energía. 

– ¡¿Luz?! – contestó el indígena. 

– ¡Sí!, ¡luz!, ¡¡luz!! – repitió el ingeniero para hacerse entender. 

– ¿Luz?, ¿y para qué luz si tenemos el Sol? – replicó el cacique asombrado. 

– ¡Esto es para dar luz, pero de noche!, ¡para que ustedes tengan luz en la noche, no de día!; ¡¡luz!!… ¡¡de noche!! – contestó el ingeniero moviendo la cabeza en ademán de desesperación.

Todos los técnicos se burlaban de la ignorancia e ingenuidad del indígena. 

– ¡¿Luz de noche?! -pregunto nuevamente no saliendo de su asombro. 

– ¡Sí! – contestó secamente el ingeniero. 

– ¡¿Y para qué luz si es de noche?! – dijo el indígena retirándose del lugar junto con su comunidad, riéndose a coro de la brutalidad e ignorancia del ingeniero. 

Los indígenas no se explicaban cómo pretendían poner luz a la noche, eso es imposible, la noche no se puede iluminar porque si así fuera dejaría de ser lo que es, nadie la puede quitar. La noche es oscura, en la noche no sale el Sol, ni hay luz.

El indio da pasos de día y pasos de noche, camina con el Sol y también con la Luna. Él sabe que en la noche se vive sin la luz del Sol y no se puede cazar ni pescar, tampoco correr entre los árboles porque no se distingue bien. En cambio, en el día sí hay luz y se camina en la claridad, y se puede saltar, brincar y correr, pero en la noche no, pues en ella se anda en la oscuridad. La noche no es mala, simplemente no hay luz; ya vendrá.

El indio conoce todo esto y sabe esperar.  En cambio, los hombres civilizados queremos convertir la noche en día y el día en noche. En la vida encontramos muchos caminos oscuros, pero no queremos aceptarlos, nos da miedo. 

Por eso inventamos la luz artificial para alargar el día físico y de esta forma creemos que eliminamos las noches y en realidad lo que hacemos es ponerles luz, no quitarlas.

No nos damos cuenta de que es la misma noche iluminada… pero noche al fin.  Así, en los momentos duros y oscuros de la vida nos llenamos de evasiones y distracciones que llamamos luz. No queremos aceptar las tristezas-noches, los sacrificios-noches, las soledades-noches.

¡Cuánto nos cuesta vivir el sufrimiento y el sacrificio cuando nos llegan!

Por no aceptarlos, sufrimos más, por eso nos hundimos, fracasamos y nos perdemos en las noches iluminadas de la vida. En vez de vivir nuestras soledades, tristezas y fracasos queremos “encandilarnos” con la luz de las evasiones y escapes. 

El dolor físico hay que evitarlo con remedios y medicinas, pero el dolor espiritual que se llama sufrimiento hay que vivirlo, hay que pasar por él porque después de la noche viene el día… después del sufrimiento viene el gozo tan deseado. 

Si pierdes un ser querido, llora, y cuando nace un niño, ¡salta de contento! Si alguien se va de tu lado, despídelo y si regresa, recíbelo con alegría. 

Cuando llueve, mójate.  Cuando el día brilla, quémate.  El sol es vencido por la noche y ella misma da paso al nuevo día. 

Si la paz huye de tu alma, espera… ya vendrá. 

Así de simple.

¿Para qué luz si es de noche?

NOTA: Este material forma parte del libro “El arte de combinar el SI con el NO” del padre Ricardo Bulmez, quien ha autorizado su publicación en “El Candil Pedregalero”.

Coro, Estado Falcón_Venezuela

Sábado, 22 de febrero de 2020

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2 comentarios en «La Luz de la Noche»

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