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La generación del 28 – parte 7: Los estudiantes en el exilio

EL CANDIL – AÑO III – N° 136.

Los jóvenes estudiantes que habían protagonizado las protestas de los años 1928 y 1929, luego de sufrir penas de cárcel y trabajos forzados, fueron liberados en noviembre de 1929 y muchos de ellos regresaron a sus clases en la Universidad Central de Venezuela, entre ellos: Germán Suárez Flamerich, Luis Emilio Gómez Ruiz y Miguel Acosta Saignes, donde compartieron aulas con los jóvenes que no habían participado en los sucesos de 1928-1929.

Otra parte del grupo de estudiantes de la llamada “Generación del 28”, optaron por el exilio. Un primer grupo inicial, huyendo de las persecuciones de 1928, habían salido al exterior para evitar la cárcel, salvar sus vidas y proseguir sus estudios forzosamente interrumpidos. A ellos se unieron los jóvenes que habían padecido trabajos forzados en las colonias de Araira y Palenque y los que habían estado detenidos en el Castillo Libertador de Puerto Cabello, quienes se alejaron del país a partir de su liberación el 29 de noviembre de 1929; alejamiento físico, pero con el corazón y la mente puestas en su futuro retorno ya como profesionales.

Es así como en diferentes tiempos, de diferentes maneras, por diferentes vías y con diferentes recursos, algunos salieron al exilio, entre ellos:  Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Ricardo Montilla, Isaac J. Pardo, Simón Gómez Malaret, Gonzalo Carnevali, Miguel Otero Silva, Jóvito Villalba, Guillermo Prince Lara, Gonzalo Barrios, José Tomás Jiménez Arráiz, Nelson Himiob y Valmore Rodríguez, falconiano residente en Maracaibo, estado Zulia, quien aunque no participó directamente en los actos estudiantiles caraqueños, sufrió sus consecuencias debido a sus críticas al gobierno de Juan Vicente Gómez y a su apoyo a los estudiantes manifestado desde el estado Zulia en el periódico El Nivel, órgano de prensa del grupo literario “Seremos”, lo que le llevó a prisión y al exilio en Curazao y en Colombia, donde se relacionó con los otros exiliados de los sucesos del 28.

Los estudiantes exiliados se establecieron en varios países como Curazao, Trinidad, Costa Rica, Francia, España y Colombia.  Fue así como Paris, Barcelona, Valencia, Madrid, Bogotá y Barranquilla entre otras ciudades, hospedaron y poblaron sus universidades con jóvenes venezolanos, o los vieron ganarse la vida con los más disímiles trabajos, como la frutería que en Barranquilla manejaron Raúl Leoni y Ricardo Montilla o los varios empleos que ejerció Rómulo Betancourt que hasta a lomo de mula recorría pueblos de Costa Rica trabajando como supervisor electoral.

Al salir de Venezuela, estos jóvenes se van a encontrar con un ambiente internacional en ebullición en el que conviven, la crisis capitalista de 1929 o la “Gran Depresión” que en varios sentidos marcará la década de 1930; la ideología marxista-leninista que recorre toda la América, ya previamente convulsionada por la insurgencia estudiantil de la reforma universitaria de Córdoba, Argentina, en 1918, que se había extendido a varios países americanos; la culminación de la revolución mexicana; la insurgencia obrera y sindical; la efervescencia de la República española y su posterior desembocadura en la guerra civil; el imperialismo y el antiimperialismo, los partidos políticos, etc., circunstancias que alimentarán e influirán en su modo de pensar y de actuar.

Por otro lado, en el ámbito estrictamente venezolano, los jóvenes exiliados entrarán en contacto con los viejos caudillos exiliados de los gobiernos de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez que pululaban tanto en América como Europa; y algunos de ellos se dejarán obnubilar por la fama de sus glorias pasadas y los acompañarán en sus fracasadas aventuras como la del asalto a Curazao y la invasión de El Falke.

De tal manera que el exilio, a pesar de todos sus infortunios fue también enriquecedor para aquellos jóvenes que poco conocían de las corrientes de pensamiento económico, social y político del momento. 

La emergencia de un líder

Así bautizó el historiador Germán Carrera Damas, el proceso que condujo a Rómulo Betancourt a convertirse en el más relevante exponente de la migración estudiantil y a la elaboración de un proyecto político para lograr el desarrollo económico y la transformación socio política de Venezuela. 

Luego del fracaso de la invasión organizada y dirigida por Román Delgado Chalbaud en el vapor “Falke”, rebautizado “Anzoátegui”, fue evidente que la vía violenta o de enfrentamiento frontal contra Gómez, no era la apropiada en aquellos momentos. La mayoría de los exiliados se enfocaron en sus estudios, pero muchos otros siguieron transitando el camino de la política, con la mirada fija en Venezuela y las esperanzas puestas en el curso de la naturaleza, que ineludiblemente llevaría a la muerte del viejo dictador. Y entonces sí, llegaría su momento de actuar.

Entre ellos, ineludiblemente hay que mencionar a Rómulo Betancourt, exestudiante de segundo año de Derecho en la Universidad Central de Venezuela, quien experimentó las más variadas influencias políticas en su proceso de formación y búsqueda ideológica, pasando de una corriente de pensamiento a otra.

Al principio se acercó a Salvador de la Plaza, Carlos León y Gustavo Machado, jóvenes marxistas venezolanos exiliados en México, de quienes pronto se alejó; se inscribió e inmediatamente renunció al Partido Revolucionario Venezolano (PRV); se apegó por corto tiempo al Aprismo de Víctor Raúl Haya de la Torre; se involucró con los viejos caudillos venezolanos exiliados y participó en la consecución de armas y recursos para la expedición invasora del vapor Falke; creyó en la fuerza del movimiento estudiantil organizado en un amplio frente político impulsor de la revolución marxista, antiimperialista y nacionalista; y finalmente recaló en el marxismo leninismo en una pasantía de más de cinco años por el Partido Comunista de Costa Rica. Pero, ninguna de estas múltiples experiencias satisfizo totalmente sus expectativas ya que la ortodoxia marxista no era factible de aplicación en la Venezuela de entonces, rural, campesina, analfabeta, apolítica y diezmada por el alcohol, el paludismo, la tuberculosis y los jefes civiles; lo que le convenció de la necesidad de crear un movimiento propio, ajustado a las características venezolanas, para educar, organizar y conducir a la población.

Simultáneamente a su actividad periodística denunciando en la prensa de varios países las atrocidades del régimen dictatorial venezolano, Betancourt mantuvo copiosa y constante comunicación con personalidades del continente y especialmente con un grupo de sus compañeros universitarios, correspondencia en la que fue delineando un modelo político para aplicar en Venezuela cuando tocara la hora de regresar.

A partir de 1930 se residencia en Barranquilla, donde participó en la fundación de la Alianza Unionista de la Gran Colombia, cuyo propósito era reintegrar la Gran Colombia, fomentando lazos de unión entre los liberales y demócratas de Venezuela, Colombia y Ecuador.

Al año siguiente, a los veintitrés años de edad, redactó el célebre Plan de Barranquilla, que el 22 de marzo de 1931, también suscribieron: Pedro A. Juliac, P. J. Rodríguez Berroeta, Mario Plaza Ponte, Valmore Rodríguez, Simón Betancourt, Raúl Leoni V., Ricardo Montilla, Juan José Palacios, Carlos Peña Uslar, Rafael Ángel Castillo y César Camejo. Posteriormente, se adhirieron Mariano Picón Salas, Carlos D’Ascoli, Isaac J. Pardo, Jóvito Villalba, Joaquín Gabaldón Márquez, Carlos Irazábal, Germán Herrera Umérez, Gonzalo Carnevali, Luis Villalba Villalba, J. C. Sotillo Picornell, Hermann Nass, Alberto Ravell, Manuel Felipe Rugeles, Antonio García, Héctor de León y Francisco Rivas Lázaro; todos ellos exiliados e integrantes de la resistencia al régimen imperante en Venezuela.

A continuación, junto a los exiliados Raúl Leoni, Ricardo Montilla y Valmore Rodríguez, fundó la Alianza Revolucionaria de Izquierdas (ARDI), un grupo de estudios de la realidad venezolana y génesis del futuro partido político, que los firmantes del Plan de Barranquilla se habían comprometido a fundar en Venezuela.

A mediados de 1931 Betancourt regresó a San José de Costa Rica y se instaló definitivamente en la democrática república centroamericana, donde se inscribió en la Escuela de Derecho para proseguir sus estudios universitarios iniciados en Venezuela.

Al poco tiempo ingresaba al recién fundado Partido Comunista de Costa Rica (PCCR), fundado el 16 de junio de ese año, llegando a tener destacada actuación en el mismo; y participó activamente en la redacción del semanario Trabajo, órgano del PCCR, cuyo primer número circuló un mes después, el 14 de julio de 1931, siendo autor de varios encendidos editoriales.

Monterrey – Estado de Nuevo León – México

                                                          

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