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Individualismo y Colectivismo

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CAMINANTE NO HAY CAMINO – FREDDY RIERA – EL CANDIL – AÑO I -N° 31.

Siguiendo con la serie de artículos dedicados al pensamiento de Friedrich Hayek, toca el turno esta semana al capítulo 3 de su libro “El Camino de Servidumbre” con el tema “Individualismo y Colectivismo”.

En capítulos anteriores quedó claro que el individualismo está asociado a libertad, y colectivismo a esclavitud. También están vinculados a dos modos de organización de la sociedad: capitalismo y socialismo. Dos visiones; dos sistemas claramente opuestos. 

En este capítulo, Hayek incorpora otros elementos que distingue a estas dos visiones, se trata de la planificación y la competencia.

El socialismo significa en teoría y solo en teoría, aquellos ideales de justicia social e igualdad que conlleven a la erradicación de la explotación del hombre por el hombre. 

Para lograr esos fines, el socialismo necesita eliminar la propiedad privada; es decir, erradicar el individualismo, e implantar el colectivismo, donde nadie sea propietario de los medios de producción. La única manera de sustituir la planificación de la producción descentralizada, es decir, aquellas que realizan las unidades privadas, es por medio de la planificación centralizada, también conocida como “Economía Planificada”, a través de un organismo central de planificación.

Recuerdo las clases en la escuela de Ciencias Económicas y Sociales de La Universidad del Zulia, cátedra de Microenomía, en la cual quedábamos convencidos que la Planificación Centralizada de la Economía, o la producción para el uso y no para el beneficio o lucro económico, o sea, el socialismo, era la mejor forma de organización social, y que, mediante la abolición de la propiedad privada se lograría el cielo en la tierra y se acabaría con aquella trillada frase de la eliminación de la explotación del hombre por el hombre. 

Como estudiantes de economía, crédulos, atentos a las clases magistrales de aquellos gurúes facultados, comunistas de biblioteca, aceptábamos como ciertas toda aquella retahíla de mentiras. Eran unos verdaderos centros de lavado de cerebro antisistema, anticapitalista. 

Las clases magistrales se centraban más en los fines del socialismo, y nunca en los medios para lograrlo (Totalitarismo, colectivismo, esclavitud)

Nosotros, en ese momento no contábamos con medios para confrontar aquellas supuestas cualidades del socialismo. Solo las creíamos, ya que le conferíamos credibilidad absoluta a los profesores, y además, como casi la gran mayoría de los alumnos provenían de estratos pobres, era muy fácil hacerles creer que su pobreza era causada por el capitalismo. Cosa absurda esa.

Cuando analizamos en la perspectiva del tiempo aquellos argumentos en pro del socialismo, y los comparamos con los hechos de hoy en ambos mundos (socialista, y capitalista), podemos advertir claramente cuan alejados de la verdad estaban aquellos argumentos; claro que para esa época, al mirar nuestro entorno socialista disfrazado de democracia, creyendo nosotros que eso era una república, no nos cabía duda, que ante aquel estado de corrupción, pobreza, y caos social, el capitalismo era la causa de aquello, siendo que en verdad, era el modelo populista y socialista el verdadero causante. Pocos advierten esta realidad. 

También es verdad que, para esa época, ambos modelos, el socialismo y el capitalismo aún recorrían el camino de la experiencia. Es decir, apenas si los economistas liberales y los planificadores socialistas recorrían la curva de aprendizaje para el completo dominio de cada modelo. Pero la práctica pudo demostrar que bajo el modelo capitalista es posible prever resultados mediante indicadores económicos clave, y aplicar medidas correctivas a las variables que intervienen en el modelo económico para aumentar el crecimiento económico. Cosa imposible en el socialismo ya que, en principio, en socialismo no hay propiedad privada, no hay activos, no hay costos, no hay beneficio, no hay dinero, no hay renta, por tanto no hay contabilidad, ni ganancias ni perdidas y mucho menos políticas monetarias.

Solo imaginemos el funcionamiento de la planificación centralizada de la economía. Eso pasa por decidir qué producir. Solo en esa etapa del proceso se podrían invertir unos cuantos años. Entonces al final, sería un ente centralizado quien decida de forma arbitraria aquello que necesitamos. Luego vendría la etapa de especificar técnicamente o establecer los requisitos de calidad para cada bien. Imagínense esas tareas en un ente centralizado. Luego conseguir quien los pueda producir, y luego la distribución a cada rincón del país por igual, conforme a criterio de igualdad, pero como eso ahora corresponde al estado, entonces lo más probable que ocurra, como en efecto así ocurrió, es que nunca podrán coincidir la necesidad con la oportunidad y la calidad del suministro. Mediante este enfoque, el despilfarro y el desperdicio se vuelven incontrolables. La calidad es paupérrima y los índices de productividad, eficiencia y rendimiento son inexistentes.

Eso se traducirá inexorablemente en escasez y mercado negro. Pero lo más letal para este modelo es el atraso tecnológico que ello provoca. 

Las innovaciones tecnológicas y la creación de nuevos productos padecerían de absoluta ausencia de incentivos, ya que aquí ingresa otra de las variables que elimina el socialismo y nos referimos a la competencia.

En este sentido, el modelo de propiedad privada de los medios de producción y la planificación de la producción de forma descentralizada, es decir, el modelo liberal, saco una enorme ventaja a la planificación centralizada, o sea, al socialismo.

Pero en la práctica se observaba todo lo contrario. Nada de aquello que paulatinamente era eliminado o abolido por el socialismo, era sustituido por algo, ni siquiera igual ni peor, sino por nada.

Al final uno se da cuenta que estamos siendo arrastrados hacia cosas que nadie desea. En como si nos encontrásemos en medio de una fuerte corriente de un río que nos arrastra a un despeñadero y sentimos que nada podemos hacer.

Naples-Fl-EEUU

22 de diciembre de 2019

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