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Historia del pedazo de carne

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EL ARTE DE COMBINAR EL SI CON EL NO – RICARDO BULMEZ – EL CANDIL PEDREGALERO – AÑO II – N° 103 .-

A todos los santos, pero… a los que están en la tierra.

El señor Ascanio vive en la pintoresca población de San Diego de los Altos, estado Miranda. El verdor, el frío, la niebla y la garúa se esparcen continuamente entre colinas, valles y montañas. Todo este paisaje forma una orquesta de casas coloniales con sabor de ayer y con ganas de libertad, interpretando una bella melodía de gente amable, apacible y sencilla.

Don Ascanio trabaja como taxista en Caracas, capital ubicada a media hora de su pueblo. La misión de este chofer es llevar pasajeros de un lado para el otro atravesando la ciudad de norte a sur y de este a oeste; así se gana su sustento y el de los suyos.

Don Ascanio almuerza en una casa de familia en donde venden comida, y que está ubicada en el “Valle de Caracas”. Él pasa por allí tanto de ida como de regreso. Para hacerle un favor al dueño de este pequeño “restaurante” todos los días le trae la carne desde el mercado de “San Jacinto”, en el centro de la ciudad. Mientras se la deja al interesado al final de la jornada, pasea el trozo de carne de un sitio para otro y luego continúa su camino.

Una tarde se le accidentó el taxi, y lo que más le preocupó fue cómo hacer llegar a tiempo el pedazo de carne. Detuvo al primer taxista que pasaba, le explicó lo sucedido y el destino urgente de la compra: la parrilla y los clientes esperaban. Entonces, pidió el favor al colega de llevársela a su dueño.

A la mañana siguiente, Ascanio se presentó en el restaurante como todos los días. El encargado le reclamó duramente, pues por su falta de responsabilidad los clientes se habían quedado sin comer y él se había quedado sin ventas.

Don Ascanio le explicó lo que pasó con su carro, también le dijo que la carne la había mandado con un chofer que se encontró en la vía pero éste, evidentemente, no la llevó. Todo esto preocupó mucho a Don Ascanio, sobre todo el hecho de que un taxista se robara un pedazo de carne.

Ese día el señor Ascanio estuvo pendiente de cuanto carro de alquiler veía por las calles y avenidas de Caracas.

- ¡Ey!, ¡¿yo te di ayer un pedazo de carne para que lo llevaras al “Valle”?¡
- ¡No, a mí no, sería a otro! - Contestó uno de los conductores entre tantos que preguntó.

Ascanio no se acordaba a quién se lo había dado y no se fijó bien en la matrícula, ni en las características del taxi. Tres días después el taxista en cuestión se presentó en el Restaurante.

- Buenos días, señor - Saludó apenas entrar.
- Buenos días, ¿Qué se le ofrece? - Contestó el dueño,
- Mire maestro - Dijo el taxista, - el martes pasado un colega estaba accidentado y me dio un pedazo de carne para que se lo trajera, no vine antes porque él me anotó mal la dirección; me cansé de buscar este sitio y no lo pude encontrar por lo que me tuve que comer la carne para que no se pudriera. Aquí le traigo el dinero por el importe.
- ¡Muchas gracias, señor! - Dijo el dueño.
- No hay de qué, estamos siempre a la orden.
- ¿Quiere un cafecito?-
- ¡Cómo no!, si es su gusto.
- ¿Cómo lo quiere?
- “Negrito” por favor…, ¡gracias!

Ésta es la historia que ya no se conoce, ni se cuenta, ni se escribe, ni se vive; es la historia que está desprovista de intereses ideológicos, políticos y económicos. Ésta es la verdadera historia que todos debemos aprender, no sólo la que está inmóvil y sin vida en las páginas de los libros.

Esto le sucedió a Don Ascanio en Caracas en el año 1949, él es padre de mi amigo Fernando, quien me lo contó. No dudaría en proclamar santo al taxista del pedazo de carne, pues es un modelo para seguir, porque todo aquel que realmente valga la pena imitar es un santo.

La Iglesia proclama que ser santo es vivir una virtud en grado heroico, y en la Venezuela de finales del siglo XX quien tenga sentido de la responsabilidad, del servicio a los demás y de la honestidad es un santo, un verdadero santo.

Ésta es la verdadera y auténtica “Historia de Venezuela”; te invito a este bello camino, ¿por qué no? ¡Dios!, ¿qué nos ha pasado? ¡¿Dónde quedó esa Venezuela?!, ¿y aquel pedazo de carne que correspondía a cada venezolano? ¿Qué hemos hecho de esa historia?, ¿por qué la hemos cambiado? ¿Dónde están esos taxistas?, ¿y esos mecánicos? ¿Qué pasó con aquellos maestros que, aunque no tenían títulos, trabajaban con ética y dedicación y amaban su vocación educativa? ¿Y los políticos que miran por el bien del pueblo?, ¿Dónde están? ¿Y los valores humanos y espirituales? ¿Dónde están los santos que nos enseñaron a vivir? Unos se han ido de este mundo para siempre, otros siguen siendo luz en la oscuridad, pero muchos de los que han quedado han cambiado de ideales y vaciado el corazón que es la peor muerte.

La historia de Venezuela debe ser como la historia del pedazo de carne.

Los Teques – Estado Miranda – Venezuela

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