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Gran acuerdo para el desacuerdo nacional

RAFAEL GALLEGOS.- El Candil Pedregalero – Año II – N° 73 – Domingo, 09 de agosto 2020.-

Parece que en lo único en que estamos de acuerdo los venezolanos, es en que no estamos de acuerdo. En que somos los insólitos protagonistas de un gran Desacuerdo Nacional. Pareciera que cada líder coloca sus expectativas por encima del hambre de sus compatriotas. Y mientras tanto los Juan Bimba del siglo XXI, que ya no es tal sino usted mismo y su vecino y yo, venezolanos que padecemos cómo crece el tiempo en la medida que se vacían la nevera y la despensa, mientras observamos impotentes el vuelo hacia la lejanía de nuestras esperanzas por un mundo mejor.

A los líderes de oposición no se les pide que se pongan de acuerdo; pero por lo menos que se sienten a conversar en aras de la Unidad y de un Gran Acuerdo Nacional. Parece de Perogrullo; pero solos no van a ninguna parte. La división de la oposición está conduciendo a la eternización de la “revolución”.

COMEDIA DE EQUIVOCACIONES

Hemos pasado la vida interpretando los hechos de manera equivocada. Y eso trae consecuencias como este túnel sin salida en que nos hemos metido.

Ya está bueno de manejar tantos paradigmas inútiles. Como eso que conversar es un pecado venial y negociar uno mortal. O lo de hacer política desde y para las redes sociales sin tomar en cuenta la importancia del cara a cara, la organización y las masas. O de hacerle caso a caso a tanto Churchill de teclado. Es hora de colocar el logro, el resultado, el triunfo, como un elemento fundamental para evaluar el liderazgo. 

A veces admiramos a nuestros héroes más por su sufrimiento que por sus logros.  Admiramos al Libertador más por ser un quijote al final despreciado por su pueblo, que por su gran logro de fundar cinco naciones. Admiramos más a los líderes demócratas por su resistencia contra Pérez Jiménez con sus muertos y torturados, que por su rol de próceres en el logro de construir los cuarenta años de democracia. Ídem a los guillotinados de la Revolución Francesa más por su trágica muerte, que por el logro de impulsar una nueva era. Admiramos a Juana de Arco porque la quemaron en la hoguera sin saber a ciencia cierta sus luchas.

Admiramos más la emoción de los derrotados, que las acciones de los triunfadores… tal vez ello influya en que nos acostumbremos a movernos como perdedores.

Y para las derrotas, elaboramos excusas o reinterpretaciones acomodaticias de los hechos. Por ejemplo, nos enseñan que Jesús y que eligió morir en la cruz para redimir nuestros pecados. Y así lavamos nuestra culpa colectiva de haberlo crucificado. Lavamos la culpa del poder, los romanos y judíos que lo condenaron porque el establishment no podía aceptar a alguien que estuviera pregonando que era hijo de Dios. La culpa del pueblo – ese que “nunca se equivoca”, o sea nosotros – porque votó por la liberación de Barrabás. Y hasta la culpa de sus amigos, que muertos de miedo lo dejaron solo y lo negaron, como San Pedro.

La verdad es que entre todos clavaron (o clavamos) a Jesús en la Cruz. Y entonces inventamos la excusa de que él quiso morir por nosotros… por Dios. El verdadero milagro hubiera sido que, con tanta complicidad colectiva, no lo hubieran crucificado.

SIMPATÍA POR EL DIABLO

Lo mismo sucedió con los golpistas del 4 de febrero. Qué muchachos tan simpáticos- era vox populi. Ellos están confundidos. Tienen buenas intenciones. Eso es lo que hace falta, un militar joven y con guáramo. Suéltalos, suéltalos, suéltalos – le pedía todo el mundo a Caldera.

Y en diciembre de 1998 los venezolanos – pobres, ricos, intelectuales – acudieron a las urnas masivamente para elegir a su mesías. Y ahora… la culpa es de Caldera. Debe ser que su voto valía millones. Puro locus externo.

Igual sucedió en 1959 cuando Fidel Castro vino a Venezuela rodeado por sus guerrilleros. El país enloqueció. Las mujeres les brincaban, les halaban la chiva, les arrancaban los botones, los besaban. Como si fueran Elvis. Qué simpáticos eran los barbudos.

El único que por encima de tanta simpatía puso en su puesto a Fidel Castro, fue el presidente electo Rómulo Betancourt. Cuando aquel le pidió petróleo para “echarles una vaina a los gringos”, el presidente con su estridente voz y muy serio le dijo No tengo plata.

A Betancourt le dijeron demodé, capitalista, proyanqui y todas esas cosas, mientras su partido AD se quedaba sin juventud y toda una generación se iba a las guerrillas a desestabilizar su gobierno y la democracia. Una generación perdida que mucha falta hizo.

Al pasar de los años, muchos se arrepintieron; pero después de sacado el ojo no vale Santa Lucia. Claro los “simpáticos” no eran tales. Ambos tenían un trasfondo ideológico. Los “muchachos” del 4F venían entrenados por el comunismo internacional y encabezaron esta destrucción nacional, y Castro se convirtió en paladín del más tenebroso totalitarismo de que se tenga noticias en América.

Los inocencios sentían simpatías por el diablo, como Dorian Gray. Pilas porque cuando se rompa la pintura y comience la desintegración – que rato ha se inició en Venezuela – será muy triste decir yo no sabía.

RUTA DE PODER

A los líderes hay que exigirles logros, metas. Hay que exigirles una ruta de poder.

¿Votar? ¿Cuál es la ruta de poder votando?

 ¿NO votar?  ¿Cómo llegamos al poder si no votamos?

Ya los líderes no nos pueden decir como Antonio Machado “se hace camino al andar”, el liderazgo consiste en construir y enseñar la ruta, así sea escabrosa. Paso a paso, explicar cómo llegaremos al poder. Ah! Y por cierto, que nos importa quien gane las presidenciales en USA, lo fundamental es que estemos unidos, organizados y claros en el camino para reimplantar la democracia.

Una sola pieza, porque tenemos un solo país. Nos ha costado comprender que los venezolanos comenzamos a ganar la Guerra de Independencia cuando Bolívar y Páez unificaron a buena parte de los venezolanos, luego de la muerte del líder de masas José Tomás Boves.  A quien por cierto en otra interpretación de perdedores, algunos historiadores lo han llamado “el padre de la democracia” … como si democracia fuera montonera.

No basta solicitar intervenciones, o esperar que las sanciones económicas hagan efecto, o salir a votar “porque yo soy demócrata”. Hay que explicar cómo se come eso en el 2020 y en el 2021… imperativo explicar la ruta de poder.

A nuestros líderes les admiramos su valentía, arrojo, constancia, sacrificio. Pero es la hora del asertividad. De la estrategia. Es el momento de transitar los caminos juntos. De sentarse, de negociar. De jugar a ganador. ¡Abajo las lumpias!

De promover la Unidad entre los partidos de oposición, que se amplíe hacia un Acuerdo Nacional entre gremios, sindicatos, universidades… entre todos los que queramos construir una nueva Venezuela.

El Acuerdo Nacional es la primera piedra. No buscarlo, es casi delito de lesa humanidad. Además, es lo que quiere el gobierno: divide y venceréis.

PD: “No son los españoles, sino nuestra propia desunión lo que nos ha llevado de nuevo a la esclavitud”. Simón Bolívar, Carta de Jamaica.

NOTA: Tomado del Blog “Petróleo sin reservas” con autorización de su autor.

Caracas – Distrito Capital – Venezuela

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