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Fundamentos morales del liberalismo según Ayn Rand – Parte I

FREDDY RIERA – EL CANDIL – AÑO III – N° 137.

“No hay diferencia entre Comunismo y Socialismo, excepto en la manera de conseguir el mismo objetivo final: El Comunismo propone esclavizar al hombre mediante la fuerza, el socialismo mediante el voto. Es la misma diferencia entre asesinato y suicidio”

Ayn Rand

Introducción

Los pensadores liberales han demolido todas y cada una de las ideas socialistas, desde la teoría de la explotación hasta la redistribución de la renta.

Los comunistas atacan al pensamiento liberal cacareando que carece de una idea de sociedad, que es claramente «atomista» (1), y no ha encontrado una justificación metafísica del individualismo que defiende.

El capitalismo es el único sistema en consonancia con la naturaleza racional del hombre, puesto que protege la supervivencia del hombre como hombre bajo el principio regulador de la justicia, que defiende la libertad y explica el “para que” el hombre actúa, y el “porqué” tiene libre albedrío.

El pensamiento de Ayn Rand (1905-1982) viene marcado por su anticomunismo. Rand escapó de la Rusia Soviética aprovechando un visado para visitar a unos familiares en los Estados Unidos de América y, al llegar a dicho país, se percató que la diferencia entre ambas naciones residía en la concepción del hombre.

Mientras que, en los Estados Unidos de América, un país formado por hombres libres, la libertad y los derechos naturales, eran las restricciones al poder del Gobierno y de la sociedad, en la Rusia Soviética la palabra «yo» era sustituida por «nosotros», y los hombres eran coaccionados sistemáticamente.

Rand, por tanto, estaba inoculada contra el comunismo y sabía que era muy fácil que los logros de la civilización, Estado de Derecho, democracia, mercado y derechos individuales peligraran en todo el mundo por la influencia del colectivismo o, como a ella le gustaba llamarlo, “altruismo”.

Solo quienes hemos padecido el horror de la naturaleza destructora del colectivismo, socialismo, comunismo, populismo, podemos entender con propiedad el mensaje liberador de Ayn Rand.

En su libro “Los que vivimos”, va un poco más allá al explicar su visión de lo que era la Rusia Soviética, un país en el que la gente tenía miedo de hablar y de pensar por sí misma, no fuera que alguien le denunciara ante el Soviet correspondiente. Es un infierno donde mucha gente prefiere morir que vivir bajo esa tiranía, donde a la gente se le dicta que pensar, que sentir y que decir. Donde se les ha arrebatado todas las horas, todos los minutos, todos los nervios, todos los pensamientos, todos los sentimientos hasta lo más profundo de su alma, y luego les habéis dictado lo que debían pensar y sentir. Nos habéis encerrado a todos en una jaula de hierro y luego habéis sellado las puertas.

La Rusia Soviética es la plasmación absoluta y consistente de la ética altruista, ideal noble que Stalin corrompió absolutamente.

Si el servicio y el autosacrificio son ideales morales y si el egoísmo de la naturaleza humana previene al hombre de saltar a los hornos del sacrificio, no hay razón por la que un dictador quiera imponerlos con la bayoneta por su propio bien o por el bien de la humanidad, de la posteridad o por el bien del último plan quinquenal de un burócrata.

El valor de la vida humana, su derecho a existir, su derecho a buscar su propia felicidad, son conceptos que pertenecen al individualismo y al capitalismo, a la antítesis de la moralidad altruista.

En si libro “La Rebelión de Atlas”, explica cómo el motor del mundo es el hombre racional, especialmente los empresarios, y lo que sucedería si todos los empresarios, hartos de ser calificados de egoístas y explotadores y de ser martirizados con regulaciones e impuestos imposibles de cumplir o asumir, dejaran sus empresas a merced de sus saqueadores.

Esto es precisamente lo que han vivido los cubanos, venezolanos y nicaragüenses. Cuidado con Bolivia, Chile, México y Colombia.

En esta impresionante obra se describe el proceso de des civilización a que conducen los principios socialistas. Así, se empieza por convencer a la gente, de que buscar sus propios fines es egoísta, para después proceder a expropiar la propiedad e imponer leyes que buscan aniquilar el espíritu creador y emprendedor con la justificación de que se hace por el bien social.

Las consecuencias de tales ideas no son sólo económicas, como expone Ayn Rand, sino especialmente morales.

Los hombres se convierten en parásitos que piden al Gobierno que tranquilice sus conciencias envidiosas a base de expropiar a los que triunfan, y cuando éstos se percatan de cómo son utilizados y deciden dejarlo todo, el mundo empieza a padecer, como dice Roark en El Manantial, una «orgía de autosacrificio».

La supervivencia como fin por encima de la felicidad

La filosofía de Rand, conocida como «objetivismo», se caracteriza básicamente por querer rescatar los valores que dieron lugar a lo que entendemos hoy por Civilización Occidental.

Por un lado, Rand toma de Aristóteles el realismo –es decir, la realidad se puede percibir a través de los sentidos y la razón nos permite entender el mundo–, a lo que añade la teoría de los derechos naturales de Locke y, en su defensa del capitalismo, sigue claramente a Ludwig Von Mises.

Sin embargo, es su teoría ética la que más controvertida resulta. De una forma un tanto aristotélica, Rand plantea que el hombre tiene como fin no su felicidad sino su supervivencia, algo en lo que Jefferson insistía.

Si eso era así, el hombre tenía que contar con los medios necesarios para cumplir con su fin y las suficientes garantías de que nadie le iba a impedir adoptar las acciones precisas para alcanzar sus objetivos.

Hasta aquí parece que el individualismo «randiano» no tiene por qué ser objetable. Sin embargo, el corolario es que el fin primario del hombre no es servir a los demás.

El motivo subyacente es que querer progresar, ganar dinero y defender la propiedad privada es visto como cosa de «fascistas-capitalistas» (sic) y mucho de lo que suena a individualismo es barrido, denigrado e incluso censurado.

Rand se rebela y niega el derecho de la sociedad a imponer al individuo deber alguno que no sea el trinomio: vida, libertad y propiedad. Todo lo que exceda de ese ámbito mínimo sólo podría ser cuestión de elección y no de coacción.

El pensamiento de Rand se inscribe en un momento histórico en que el comunismo domina medio mundo, el positivismo y el existencialismo cubren las cátedras universitarias y los socialistas copan partidos y movimientos sociales y sindicales y proclaman al unísono que el hombre capitalista tiene que morir para que la sociedad sea justa e igualitaria.

Como cualquier rasgo de excelencia y de independencia son tomados como egoístas, Rand decide utilizar este término de forma provocativa, especialmente en su novela “La rebelión de Atlas” y en “La Virtud del Egoísmo”, para defender el espíritu liberal de los Padres Fundadores y ofrecer un cuerpo de principios morales que permita al individuo florecer y dedicarse a ser productivo, pacífico e incluso generoso para con los suyos.

En los siguientes capítulos expondré el basamento de la filosofía objetivista planteado por Ayn Rand.

(1) Doctrina que explica la formación del mundo por la concurrencia fortuita de los átomos.

NOTA DEL EDITOR: El titulo original de este documento es “Ayn Rand y los fundamentos morales del liberalismo”, escrito por Gorka Etxebarria y publicado en diciembre de 2004 en “Cuadernos de pensamiento político”.

Gorka Etxebarria es Licenciado en Derecho, especialidad jurídico-económica, Master en Asesoría Fiscal por el Instituto de Empresa y colaborador habitual del diario Libertad Digital.

Naples – Florida -EEUU

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2 comentarios en «Fundamentos morales del liberalismo según Ayn Rand – Parte I»

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