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El progresismo es una mentira mal contada, pero bien financiada

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ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO IV – N° 191.-

El término «progresismo», con el cual se le conoce a la cara 𝘭𝘪𝘨𝘩𝘵 del socialismo, es uno de los más infames ejemplos del uso de la falacia del concepto robado.

Sus propagandistas alegan ―muchas veces de la manera más arrogante posible― que sus ideas representan el «progreso moral» que urge a las sociedades modernas, al tiempo que catalogan a otras posturas, opuestas a la suya, como retrógradas y arcaicas, y que tienen que ser erradicadas en nombre de ideales tales como la igualdad, la inclusividad y la tolerancia, términos que claramente emplean de una manera igualmente falaz.

Remitiéndonos a la definición de la falacia del concepto robado, esta explica que se incurre en ella cuando se utiliza un concepto desentendiéndose de su base conceptual. Un caso muy extendido de ello es el del término 𝘭𝘪𝘣𝘦𝘳𝘢𝘭 en el argot político de EE. UU., el cual se asocia a personas que adhieren al pensamiento progresista. Al igual que sucede con el uso de «progresismo» en este lado del mundo, sus simpatizantes enarbolan una falsa bandera de libertad, al tiempo que exigen que el Gobierno ejerza mayores controles en el mercado, penalizando a los hombres de negocios y censurando a todo aquel que se oponga a su visión. Tal forma de actuar anula todo su discurso, pues no se puede estar a favor de la libertad o de un supuesto progreso moral al mismo tiempo que se exige socavar los derechos de los demás para, de esta manera, materializar sus objetivos.

Uno de los elementos más resaltantes en el accionar de los referentes de esta terrible variante del colectivismo es la constante apelación a las emociones a la cual recurren. Ya no son solamente los típicos políticos quienes, en cada campaña electoral, visitan zonas económicamente deprimidas, cargando niños en brazos, sonriendo a las abuelitas y jugando con perros. Ahora buscan ganarse a los jóvenes adoptando algunas conductas propias de este sector de votantes, como posar ante el lente de la cámara junto a algún artista de moda, participando como invitados en festivales de música, o como sucede en estos tiempos, mimetizándose con los colores de otros derivados colectivistas, como lo son el feminismo, el indigenismo, el ecologismo, el movimiento LGBTIIQ+, el movimiento Black Lives Matter, entre otros, los cuales, tal y como sucede con el progresismo y con cualquier vástago de la filosofía colectivista, persiguen fines diametralmente opuestos a los que se les suele adjudicar.

La retórica progresista posee dos pilares clave que, de manera muy endeble, sostienen su discurso: la envidia y el resentimiento. Envidia por quienes son exitosos, y resentimiento como consecuencia de su irracional autoexclusión social por no ser igualmente productivos y competitivos que aquellos a quienes envidian. De ello que anhelen los resultados de su esfuerzo y exijan que sea «socialmente redistribuido» ―un eufemismo para lo que se conoce y define como «robo»―, buscando ser los primeros beneficiados de dicha redistribución.

En ese entendido, rechazan la idea de esforzarse para obtener lo que quieren; se sienten en la posición de exigirle a los demás por la «ansiedad y depresión» que les genera el no poder vivir una vida acorde a lo que no han ganado por cuenta propia. Y son justamente esa enfermiza envidia y resentimiento lo que constituye el motor de toda la propaganda que divulgan tanto en los medios masivos como en la academia y ahora hasta en el Gobierno. Esas características distintivas de su cuerpo intelectual se hallan igualmente en cada una de las vertientes del colectivismo, razón por la cual existe afinidad entre ellas.

En los hechos, el progresismo no pasa de ser una muestra de la más cínica hipocresía, de una patológica envidia y de un irremediable resentimiento hacia toda persona de bien. Es, además, una paradoja, pues siempre dirige su crítica hacia personas adineradas, blancas, de estatus socioeconómico alto, hispanas y hasta heterosexuales, pero que no forman parte de su bando ideológico.

Nunca se ha visto a algún líder progresista apuntar sus dardos hacia un político colectivista que haya amasado una fortuna por medio de actos de corrupción o a un empresario millonario, blanco y heterosexual, que pinte la marca de su negocio con los colores del arcoíris durante el mes de junio.

La conveniencia del momento es el principio básico que guía al resto de sus movimientos, siendo este el fundamento de su hipocresía y de la gran facilidad que tienen sus propagandistas para elevar o hundir al héroe o villano de turno, etiqueta que puede cambiar más de una vez en una misma persona o grupo de personas, según lo que les convenga de acuerdo con las circunstancias presentes.



Enfoque Liberal
Enfoque Liberal

Concebido con el objetivo de difundir las ideas liberales en los distintos campos que rigen la vida del hombre, tales como la Economía, la Política, la Ética y la vida en sociedad. Las publicaciones que se realizan en esta página se basan en el conocimiento adquirido del estudio del Liberalismo Clásico, el Objetivismo y la Escuela Austríaca de Economía.


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