ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO V – N° 232

“CUALQUIER DOCTRINA POLÍTICA QUE PROMUEVA LA APROPIACIÓN DEL FRUTO DEL ESFUERZO AJENO PROMUEVE EL EXTERMINIO DE LA VIDA CIVILIZADA”

El fracaso del progresismo

El progresismo fracasó en su batalla cultural en el momento en el que tuvo que recurrir a la práctica de desvirtuar por medio de la caricaturización y la “inclusión” forzada a todos aquellos elementos que tanto odian de la cultura occidental.

Desde el vamos dejó en evidencia su carencia de ideas, originalidad e identidad, con lo cual sus propagandistas se terminaron disparando en los pies.

Son únicamente aquellos que suelen ser empleados como carne de cañón, la gente sin criterio ni pensamiento propio, quienes se dejan seducir por las hilarantes ideas que promueve el progresismo.

Claramente este tipo de gente no representa una pérdida en términos intelectuales, sino que termina por enfatizar el objetivo de tan irracional doctrina: la de manipular a mentes débiles para inmolarlas en nombre de su infame causa.

El fracaso del control de precios

El día en el que la gente entienda que el único control válido, legítimo y funcional de los precios es el que ellos mismos, como consumidores, pueden ejercer en el calor de la oferta y la demanda, ese día dejarán de perder el tiempo quejándose sobre algo que no comprenden y exigir que el Gobierno intervenga para que así los precios sean “justos”, sin nunca entender que lo justo, en este contexto, es lo que se logra por medio de acuerdos mutuos, mas no a través de la coerción que puedan ejercer unos cuantos burócratas desde sus oficinas gubernamentales.

Y estoy seguro de que el día en el que esas personas sean las que oferten, lo que sea que quieran vender, se convertirán en los “villanos usureros” ante los ojos de otros que terminarán por darles de su propia medicina. A veces solo así es que algunas personas logran aprender la lección.

El fracaso de la justicia social

En el distópico 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑖𝑑𝑒𝑎𝑙 del colectivista promedio, la apropiación de fruto del esfuerzo ajeno cumple dos funciones: promover la 𝑗𝑢𝑠𝑡𝑖𝑐𝑖𝑎 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑎𝑙 y pagar 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑠𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟 𝑒𝑛 𝑠𝑜𝑐𝑖𝑒𝑑𝑎𝑑.

En la vida real, esto solo promueve la injusticia, al quitarle a alguien lo que por derecho, obtenido por mérito propio, le pertenece, y agudiza la situación de pobreza al destruir la riqueza generada por quienes la producen para beneficiar a quienes solo esperan recibir porque 𝑙𝑜 𝑚𝑒𝑟𝑒𝑐𝑒𝑛, según quienes defienden dicha postura, ya sea por su situación actual o para 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑟 𝑙𝑎𝑠 𝑖𝑛𝑗𝑢𝑠𝑡𝑖𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜.

A estas alturas, debe quedar claro que cualquier doctrina política que promueva la apropiación del fruto del esfuerzo ajeno como medio para lograr una sociedad 𝑗𝑢𝑠𝑡𝑎, no puede ser más que la receta ideal para el exterminio de la vida civilizada en cualquier lugar del mundo en donde se imponga.

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