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El deseo de control sobre los demás

ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO V – N° 219.-

“CADA UNA DE LAS DESGRACIAS QUE HA PADECIDO LA HUMANIDAD HA SIDO OCASIONADA POR SUJETOS HAMBRIENTOS DE PODER, QUIENES EN NOMBRE DE CAUSAS QUE VENDIERON COMO BUENAS Y JUSTAS, TERMINARON POR OBLITERAR TODO LO BUENO Y JUSTO QUE HABÍA”

El ansia de control sobre los demás es un síntoma más de la crisis de moralidad que padece el mundo, la cual ha trastocado los mas elementales principios en los que la sociedad civilizada se funda, haciendo imposible la existencia de sanidad en todo sentido, sea psicológica, emocional, moral o de cualquier otra naturaleza

El deseo de control sobre los demás responde a diversas causas de orden psicológico y moral.

El perfil más habitual que se puede identificar en este tipo de mentalidad varía entre el 𝑎𝑓𝑎𝑏𝑙𝑒 narcisista y el violento psicópata, con varios matices de por medio.

Haciendo una analogía, esto es similar a lo que acontece con el socialismo 𝑑𝑒𝑚𝑜𝑐𝑟𝑎́𝑡𝑖𝑐𝑜 y el radical. Mientras que el primero procura la toma del poder por medios convencionales, como son las elecciones populares, y poco a poco va llevando a la ruina a las naciones en donde se establece, al tiempo que sus líderes se van adquiriendo mayor poder, el segundo llega al mismo resultado, pero sin tanta parafernalia.

Análogamente, el narcisista busca atrapar a sus víctimas por medio de una actitud inicialmente amistosa, carismática y, ciertamente, atractiva; pero, una vez que logra el dominio total, tan solo se dedica a ir mermando la autoestima de la persona bajo su control, alimentándose de ella a través de sucesivos engaños que le dejen el suficiente margen de maniobra como para prolongar su poder hasta que, llegado cierto punto, su víctima no pueda dar más de sí misma y, por ende, la termine descartando con la misma facilidad con que la hizo caer en su trampa.

El psicópata alcanza un resultado muy similar, solo que sus medios tienden a ser más agresivos, menos amables, y muchas veces con consecuencias fatales.

Pero, ¿no es esta, acaso, la descripción de muchos de los mayores genocidas de la historia?

En términos generales, realmente lo es. En una categoría conceptual más amplia, lo descrito en el párrafo anterior se condice con el perfil de un sinfín de líderes políticos que abrazaron los principios del colectivismo, razón por la cual no solo cae en esta escala el típico izquierdista, sino que también lo hacen muchos simpatizantes de la derecha y centristas quienes, persiguiendo fines que, en esencia, se alinean con los de quienes consideran como su contraparte, terminan recurriendo a los mismos medios, a saber: la relativización de la verdad, el pensamiento de manada, la segmentación de la sociedad a partir de criterios no esenciales en el ser humano (raza, etnia, sexo, credo, ideología política, nacionalidad, etc.), la imposición de su visión por razones de mayoría numérica o de medios para ejercer la fuerza física (armamento, grupos de choque, medios de comunicación), entre otros principios los cuales, de una forma u otra, terminan siendo los mismos a los que apelan sus rivales.

Si estas facciones, sea que lo acepten o no, tienen en común una base de principios filosóficos, razón por la cual los fines que persiguen se asemejan en cierta forma y grado, ¿son realmente enemigas? A decir verdad, sí que lo son.

El problema entre ellas radica en que, debido a que cada una busca el control sobre los demás (ambición por el poder), ninguna está dispuesta a permitir que sea otra facción política la que ejerza dicho control.

De ello que se tornen en enemigas, esto en virtud de que el poder que ansían no se limita exclusivamente al que desean tener sobre los 𝑐𝑖𝑢𝑑𝑎𝑑𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑢𝑛𝑒𝑠, sino también sobre sus adversarios políticos.

Esto explica el porqué de que constantemente acusen a sus rivales de ser los causantes del estado de decadencia política y económica en el que se encuentran sumidos muchos países en el mundo, a partir de lo cual elaboran toda la retórica con la que se presentan como los 𝑠𝑎𝑙𝑣𝑎𝑑𝑜𝑟𝑒𝑠 de la humanidad, o bien, en términos particulares, de cualquier minoría social que se autodefina como 𝑜𝑝𝑟𝑖𝑚𝑖𝑑𝑎. ¿Te suena esto familiar?

Lo cierto es que todo el mal que se observa en el mundo es la consecuencia directa de los principios a los que adhiere esa gente.

Cada una de las desgracias que ha padecido la humanidad ha sido ocasionada por sujetos hambrientos de poder quienes, en nombre de causas que vendieron como 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑎𝑠 𝑦 𝑗𝑢𝑠𝑡𝑎𝑠, terminaron por obliterar todo lo bueno y justo que había.

No solo hablando en términos de políticas de gobierno, sino también en la vida personal de millones en el mundo quienes han sufrido y, en muchos casos, perdido la vida como efecto de haber practicado una moralidad que viene enfermando al mundo desde hace siglos y que constituye el núcleo de las políticas nocivas descritas: la moralidad del altruismo.

Esta falsa moralidad le ha venido enseñando a muchas generaciones que el bien se logra por medio del autosacrificio: por el perjuicio propio en favor del provecho del prójimo, siendo considerada la persona que se niegue a ello como una forma de encarnación del mal.

Es por 𝑔𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎 de los principios establecidos por el altruismo que surgen todas y cada una de las altamente perjudiciales facciones políticas que conocemos y que tanto daño le han hecho al mundo.

Máximas implícitas tales como la de 𝑠𝑎𝑙𝑣𝑎𝑟 𝑎 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜𝑠 𝑎 𝑐𝑜𝑠𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑜𝑠 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑡𝑜𝑠, y otras explícitas, como 𝑒𝑙 𝑓𝑖𝑛 𝑗𝑢𝑠𝑡𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑚𝑒𝑑𝑖𝑜𝑠, son claros derivados del pensamiento altruista. Y, tristemente, son aceptadas por una inmensa cantidad de personas como 𝑣𝑒𝑟𝑑𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑖𝑛𝑜𝑏𝑗𝑒𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒𝑠, siendo esta situación aprovechada por narcisistas y psicópatas, ansiosos por controlar a los demás y alimentarse de sus virtudes, para establecer un punto de partida en el desarrollo de sus perversos planes de acción.

¿Qué se puede concluir de todo esto?

Es habitual oír y leer a mucha gente quejarse de que las cosas en el mundo van mal y que todo se va tornando peor. Aunque la expresión sea cierta, nunca se define qué es exactamente lo que está mal ni cuál es el origen de ello.

En este punto, es seguro afirmar que nos encontramos en una severa, profunda y añeja crisis moral; una que ha invadido todos los estratos de la sociedad, tanto económicos como sociales y hasta académicos, y que es, a su vez, la causa primera de todo lo que va mal en el mundo.

Corrupción política, delincuencia común, crisis de salud, ambiental y económica, falta de solidaridad, de respeto, indolencia, indiferencia… todo lo inexorablemente malo que se conozca funda sus orígenes en esta nefasta crisis de moralidad de la cual parece que no hubiera salida.

A pesar de todo el progreso científico, tecnológico y productivo logrado, uno sin precedentes en la historia del hombre, el sentir de muchos no ha cambiado con respecto a la percepción general que tienen sobre el acontecer de los hechos en el mundo. Esta situación necesariamente deriva en la formulación de una obvia pero crucial pregunta: ¿Existe una cura para esta interminable crisis?

Para hallar la solución a un problema, es necesario identificar la causa y naturaleza de este. Si se concluye en que la crisis general es de índole moral, se necesita conocer cuál es la naturaleza de la moralidad imperante, que es la causa de todos los males. Y ciertamente la tarea no es tan complicada, siempre que sea abordada con una mente activa y enfocada, pues es bastante claro que los principios morales aceptados por la mayoría son irremediablemente irracionales.

En ese sentido, no hay nada razonable en el cuerpo de principios del altruismo, partiendo del hecho de que, de entrada, contraviene el valor fundamental del hombre: su vida. Nada que requiera de la causación de perjuicio de la vida de personas inocentes puede ser considerado como algo bueno, en ninguna circunstancia.

Es aquí en donde cualquier máxima que exija la consecución de determinados fines al costo que sea se cae por completo, pues es totalmente incompatible la búsqueda del bienestar al mismo tiempo que se persigue y procura el perjuicio.

Todo lo que se deriva del establecimiento de una moralidad de ese tipo no es más que la consecuencia lógica e inevitable de esta. Y tales consecuencias las ha venido padeciendo la humanidad desde hace centurias.

Una moralidad así de irracional solamente puede ser contrarrestada por otra que se afiance en el uso de la recta razón y de la concepción de una realidad objetiva, siendo su criterio de valor la vida humana.

Es en la toma de consciencia real, la puesta en práctica constante y la integridad hacia los principios de una moralidad de la razón que es posible lograr cambios para bien, reales y que puedan perdurar.

Por supuesto, el mero hecho de tomar consciencia sobre ella, practicarla y divulgarla, no generará un cambio inmediato en todos nuestros semejantes, pero sí lo hará en la vida de uno mismo, que es como uno tiene que empezar si lo que se pretende es mejorar la situación del mundo en el que vivimos.



Enfoque Liberal

Concebido con el objetivo de difundir las ideas liberales en los distintos campos que rigen la vida del hombre, tales como la Economía, la Política, la Ética y la vida en sociedad. Las publicaciones que se realizan en esta página se basan en el conocimiento adquirido del estudio del Liberalismo Clásico, el Objetivismo y la Escuela Austríaca de Economía.


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