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Dar lo mejor de mí – Ricardo Bulmez

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A Teresa…, la de Calcuta.

Lo mejor que da el caballo al universo cuando va a todo galope es su fortaleza, su agilidad y su velocidad; en su paso más veloz muy bien podría gritar de emoción: “¡Estoy dando lo mejor de mí!”.

¡Qué sensación de libertad y de hermosura produce cuando cabalga sin parar, a todo dar! En su trotar muestra su nobleza, valentía e hidalguía y en el desbocar nunca se queja, jamás dice: “¡No puedo más!”, más bien brega hasta el final…hasta la muerte si es preciso.

Relincha con tesón exhibiendo su estupendo corcoveo. Un caballo no es un animal cualquiera sino un corcel, está hecho para correr sin límites, aprisa y ágil.

La cucaracha, el perro, el cerdo y demás animales se desplazan de un lugar a otro, pero ninguno como lo hace el caballo. Dicen que el avestruz lo supera en velocidad pero no en distancia ni resistencia.

Lo grandioso del águila es ver cómo surca los cielos igual que flecha veloz y alcanza altura con gran seguridad en su vuelo: atrevido, majestuoso, retador y armonioso, esto es lo mejor que el águila tiene de sí misma y nos lo regala.

Cuando traspasa las nubes nos quedamos expectantes ante un misterio de belleza, de valentía y de admiración porque ella está dando lo mejor de sí. ¡Que espectáculo tan solemne, pausado, seguro y ceremonioso! El águila despliega sus grandes alas sólo como ella lo sabe hacer, su especialidad es conquistar los altos cielos con gran destreza, maestría y osadía… ¡Qué aplomo y elegancia! El águila no vuela como un pajarito cualquiera que se tambalea y titubea ante un poco de altura.

Cualquier gorrioncillo cuando salta de un árbol a otra grita de miedo: “¡Ay que me caigo, que me caigo, que me caigo!”, hasta llegar a la otra rama respirando hondo.

Un águila que no vuele con coraje, firmeza y perfección no es un águila, simplemente es una palomita o una pieza inerte de algún museo.

El águila está hecha para lanzarse con arrojo y sin límites hacia las alturas y desde allá gritar llena de emoción y satisfacción: “¡Estoy dando lo mejor de mí!”

Dios le dio a la mata de níspero la savia y el poder suficiente para alimentar y sostener fuertemente los nísperos entre sus ramas, tantos como ella quieran tener porque su gran misión es dar frutos dulces, exquisitos y de color opaco.

Cualquier árbol da sombra, pero la única que da níspero es la mata de níspero, no sirve para otra cosa sino para eso, a nadie se le ocurre comprar unos muebles de su madera: “Tengo unos muebles de níspero bellísimos”. Es decir, si ella no existiera nos quedaríamos sin sus beneficios porque el único árbol que da nísperos es el de níspero. Cuando saboreamos uno, él nos dice: “Te estás comiendo lo mejor de mí”.

Dios le dio a cada ser todas las herramientas necesarias para que dé lo mejor de sí, para que cumpla su misión.

Al caballo le dio un cuerpo fuerte y aerodinámico, patas finas y al mismo tiempo fuertes, grandes pulmones y orejas de curvas aéreas porque si tuviera las del elefante no podría galopar.

Al águila le dio alas tenaces, versátiles y enormes, algunas las tienen hasta de dos metros de largo, todo esto para que vuele alto.

Al canario una garganta potente para que pudiera trinar, su grandeza no está en el tamaño, ¡es tan pequeñín!, ni en los colores de su plumaje porque ese amarillo pálido que tiene no es precisamente el mejor para un pájaro. Lo más grande y hermoso que tiene el canario es su gañote, su canto, su gorjear; cuando abre su pico y lanza al viento su melodía está dando lo mejor de sí.

Una vez una señora tenía dos canarios en una jaula, uno trinaba que era una maravilla, pero el otro no. Un día le preguntó a su hijo:

  • ¿por qué ese canario no canta?, ¿estará enfermo?
  • No, no está enfermo, lo que pasa es que uno compone y el otro canta, uno es el compositor y el otro el intérprete, le contestó el hijo en son de broma.

A ella no le gustó la respuesta, ese día no estaba para chistes. Cuando un canario no canta es porque está componiendo. Pero siempre tiene que ver con esta misión, es lo mejor que él da de sí, su alegre trinar es su mejor contribución para que este mundo sea más bello.

¿A qué vino el samán a este mundo?, a protegernos de los rayos del sol y a refrescar el contorno, ésta es su gran misión. Por eso Dios le dio grandes y enormes ramas para cubrir todo a su alrededor y para esto existe. Si este árbol de inmenso y abundante follaje no fuera imponente y no diera buena sombra, entonces, ¿para qué serviría? ¿para adorno? Si fuera para eso preferiría un rosal porque lo mejor de las flores es adornar, perfumar y alegrar el ambiente con sus colores.

Así, Dios le dio al ser humano todas las herramientas necesarias para que dé lo mejor de sí, para que cumpla su gran misión en esta vida: conquistar todos los valores espirituales y entre éstos se destaca la alegría y la satisfacción de estar en este mundo. Porque si el ser humano no es dichoso, ¿para que vive? Porque de todos los seres vivos del universo, el único que puede reír a carcajada limpia y profunda es el hombre. Los animales y las plantas no son felices, simplemente son, existen.

Ellos no conocen la dicha, ni la desgracia. Yo nunca he visto a un sapo deprimido (un sapo triste debe ser bien feo, porque contento lo es, ¿cómo será amargado?).

Unos dirán que las bestias sí conocen de emociones y de actitudes humanas. No, ellas no saben qué es eso, lo que hacen es imitar a los hombres. El loro es la única ave que reproduce mejor el lenguaje humano, pero no comunica nada, porque repetir palabras no es hablar.

El mamífero que camina, gesticula y se mueve con mayor exactitud a nosotros es el mono. Y el que copia más nuestros sentimientos es el perro, cuando lo vemos “alegre”, “triste” o “bravo” en realidad no lo está, el que está “bravo” es su dueño y el perro lo imita.

Por eso, perro bravo familia conflictiva, esta apreciación generalmente no falla. Si los seres humanos no existieran, no se conocería la felicidad, ni el amor, ni la paz, ni la libertad interior, ni el perdón, ni la capacidad de entregarse a los demás.

Un hombre que no ame, que no perdone, que no sea justo, que no ría es un pobre hombre; cuando amas intensamente estás cumpliendo tu misión en esta vida, puedes decir con hondura: “¡Estoy dando lo mejor de mí!”.

Ahora bien, el caballo viene a galopar veloz, el águila a volar alto, la mata de níspero a dar níspero, el canario a trinar, el samán a desplegar sus ramas para dar sombra fresca y buena; y mientras todos los seres de la naturaleza cumplen con su misión y dan lo mejor de sí, el ser humano muchas veces se queda sin cumplir la suya.

Y Dios dio a los seres humanos todos los instrumentos necesarios para ser felices: paz interior, amor, libertad, alegría, justicia, igualdad, capacidad de perdonar y de olvidar las ofensas.

Cada vez que los utilizamos llegamos a la plenitud; sólo si amamos profunda e intensamente a los demás podemos decir juntos con toda la creación:

¡Estoy dando lo mejor de mí!

NOTA: Tomado del libro “El arte combinar el SI con el NO” con la autorización de su autor el Padre Ricardo Bulmez.

Coro-Estado Falcón-Venezuela

Domingo, 10 de mayo 2020

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